VENEZUELA, UN PAÍS SIN EXPRESIDENTES

 Rafael Gallegos    Blog 515

                     

En Colombia, Brasil, Ecuador, Perú, Panamá, Costa Rica, México y paremos de contar, existen muchos expresidentes: Uribe, Santos, Lula, Correa, Moscoso, Figueres, Fujimori y muchos otros. En Perú hay como seis o siete, por cierto, unos cuantos presos; pero eso es harina de otro costal. En Estados Unidos, la primera potencia del mundo, hay cuatro: Clinton, Obama, Bush y Trump. ¿Y en Venezuela cero…qué pasa?

En nuestros países los expresidentes son un indicador de elecciones, alternabilidad, transiciones de poder… democracia. Y me atrevo a agregar… de prosperidad.

Contrariamente, en los países “panas” no abundan los expresidentes.  En la “democracia” cubana, los Castro estuvieron en el poder - ¿están todavía? - más de sesenta años. Si hubiera expresidentes, sería uno: Raúl Castro; pero realmente sospechamos que todavía manda. En Nicaragua los Ortega se eternizan con unas “elecciones” donde han ido uno a uno encarcelando a los candidatos en lo que podría calificarse como una versión política del juego del calamar. Seguramente la “revolución” venezolana los felicitará este domingo 7 de noviembre en la noche, cuando se proclame la gran “victoria” del sandinismo, y calificará a esa farsa como un “triunfo del pueblo”. 

Mientras más autoritarismo, menos expresidentes. Parece un enunciado matemático. Y mientras más autoritarismo, más atraso y hambre. Verbigracia los tres mosqueteros de la antidemocracia: Venezuela, Cuba y Nicaragua… de los más pobres del continente.

EL CASO VENEZUELA

En 1998, cuando Chávez ganó las elecciones, estaban vivos Caldera, CAP, Luís Herrera, Jaime Lusinchi, Ramón J. Velásquez… cinco expresidentes.

Hoy, luego de casi 23 años de “revolución”, no hay ningún expresidente en Venezuela. ¿Qué ha pasado?

Nos atrevemos a asomar dos causas fundamentales de este fenómeno: una directa y la otra indirecta.

-La causa directa… es la Constitución actual (jamás he entendido porqué le dicen la mejor del mundo), que permite que se reelijan eternamente los presidentes. De seis en seis años.  Saque cuenta. 2024, 30, 36, 42… Maduro en 2042 tendría, “apenas”, un poco más de 80 años. A esto hay que agregar la sistemática licuefacción de poderes emprendida por la “revolución”: zumo, jugo, hugo y su posterior maduración. Todo un rompecabezas de la autocracia.

-La causa indirecta…  proviene de la Constitución de 1961, que permitía que los presidentes se reeligieran luego de diez años de haber finalizado su mandato. Esta medida anuló los liderazgos emergentes de Venezuela.

Analicemos, aclarando lo arbitrario de la clasificación; pero para facilitar el análisis, generación por generación (política) desde los principios del siglo XX:

Generación de 28: Emergieron cuando el gomecismo estaba de salida. De allí surgieron los presidentes Rómulo Betancourt y Raúl Leoni. Sin que estuviera técnica sino biológicamente ligado a esa generación política, se incluye a Delgado Chalbaud, nacido en 1909. De la llamada generación del 36, Rafael Caldera, Ramón J. Velásquez y, biológicamente el dictador Pérez Jiménez, nacido en 1914.

Rómulo Gallegos, muy anterior (1884), también fue presidente en esos años.

Generación del 45: Alumnos de la generación del 28 y de alguna manera su sombra. De ella llegaron a la presidencia Carlos Andrés Pérez, Luis Herrera y Jaime Lusinchi.

Luego vinieron otras generaciones que las presidencias de CAP 2 y Caldera 2, les impidieron emerger en su momento. La generación de 58: Oswaldo Álvarez Paz, Eduardo Fernández, Teodoro Petkoff, Américo Martín, Vivas Terán y muchos otros. Ninguno llegó a la presidencia. Es de hacer notar que a muchos los perdió en ese sentido, el movimiento guerrillero inspirado por Fidel Castro.

Luego asomaron las generaciones de los setenta y ochenta. Algunos fueron candidatos presidenciales, o políticos presidenciables con cierta opción: Claudio Fermín, Andrés Velásquez, Antonio Ledezma, Enrique Mendoza, Vladimir Gessen, Irene Sáez, o los regionales (algunos un poco más viejos) Carlos Tablante, Eduardo Lapi, los Salas de Carabobo, William Dávila, Guillermo Cal, Manuel Rosales y muchos otros… pero hasta allí.

De esa generación los únicos que llegaron a Miraflores fueron (¡sorpresa!) Hugo Chávez, seguido por Nicolás Maduro. Paradójicamente, surgieron como una respuesta a la falta de relevo generacional.

La continuidad “revolucionaria” se ha reflejado en que, a excepción de Chávez y Maduro, ojo: ningún venezolano nacido en los últimos 90 años, después de 1930, ha sido presidente de la república. Todo un marasmo de generacional.  

De no haber existido la reelección luego de diez años, la generación del 58 hubiera llegado al poder posiblemente en 1989. Y tal vez se hubiera evitado tanta decadencia, el fatídico 4F, y por supuesto la destrucción del país que hoy padecemos.

Rómulo Betancourt se dio cuenta de esa distorsión, y en 1973, siendo una leyenda y con la elección presidencial en sus manos, le dio paso a CAP. Por cierto, CAP contaba que doña Renee Hartman, al saber esa decisión se fue de la casa por varios días, dejando a Rómulo muy preocupado.

LA LECCIÓN APRENDIDA

En los últimos veinte años ha surgido un liderazgo joven encabezado por Guaidó, Capriles, Leopoldo López, María Corina, Falcón y habría que agregar cuarentones de la “revolución” que podrían jugar algún rol luego de la deseada (por el 80% de los venezolanos) transición hacia la democracia.

Están en su hora; pero ya la generación que les sigue, lanzada a la palestra en el siglo XXI, les ladrará en la cueva en poco tiempo. Ojalá no se quemen para el poder como los que les han precedido. El país requiere con urgencia superar esta “revolución”.

Hay que aclarar que estas generaciones, muy discutibles en cuanto a fechas, no son un modelo rígido de poder. Es más que probable que algún líder de más edad pueda surgir en un momento preciso, un Churchill que tenía 65 años cuando lo llamaron para que se encargara como primer ministro y 71 cuando acabó la guerra. O alguno muy joven como Betancourt, que tenía 37 años el 18 de octubre de 1945 y representó un liderazgo cívico militar que acabó con esas manchas rebeldes del gomecismo que eran los chopo e piedra y las elecciones de segundo grado limitadas al sexo masculino.

 Los cambios históricos como el que se debe realizar en Venezuela, están llenos de más cisnes negros de los que podemos contar. No hay nada escrito.

La lección aprendida para el futuro podría ser:  1.- reelección inmediata y por una sola vez. 2. Separación de poderes, 3. Descentralización profunda (incluye Cámara del Senado) y 4.- Me atrevo a sugerir, descargar atribuciones al presidente de la república mediane la figura de un primer ministro, o un vicepresidente efectivo 5.- Un Congreso más fuerte. Y claro altísima productividad que pasa por la libre empresa  y gerencia de políticas sociales, así como revertir esta extrema estatización.  

Oigamos al Libertador…Nada es tan peligroso como un hombre eternizado en el poder. Y observemos a los países exitosos: alternabilidad, estrategias de desarrollo, militares civilistas …  y con muchos expresidentes.

Y este artículo está dirigido a la única generación que hoy existe en Venezuela: todos los que estamos vivos. Porque como decía el Arturo Uslar Pietri, no se está joven ni se está viejo, se está vivo.

El fondo no es problema de edades, sino de aprovechar las oportunidades. Pueblo desvencijado solicita estadistas. Abstenerse intermediarios.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------Venezuela merece una industria petrolera de primera, que sea capaz de contribuir a la construcción de un país de primera. ¡Hasta cuándo!

Esta columna se publica en los medios digitales El Diario de Caracas e Informe 21, así como en la revista Petroleum.

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