MARIO VARGAS Y LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE
Rafael Gallegos 706
Las enfermedades han sido determinantes en la historia de nuestros países. La viruela traída por los españoles mató a un porcentaje muy alto de nuestros indígenas y facilitó la conquista. ¿Y si hubiera sido al revés? Aunque le parezca raro, sí hubo un “al revés”, cuando Napoleón en 1802 envió 50.000 soldados franceses a sofocar la independencia haitiana. Unos 20.000 o 30.000 murieron víctimas de la fiebre amarilla y se devolvieron derrotados. Se dice que esta derrota “por fiebre” fue un factor determinante en la venta de Luisiana a los norteamericanos.
En Venezuela es conocido que el riñón de Cipriano Castro, la próstata de Juan Vicente Gómez y la enfermedad cerebral de Diógenes Escalante, marcaron los principales acontecimientos políticos del siglo XX venezolano. Lo que no es tan conocido es cómo la tuberculosis que afectó al teniente coronel Mario Ricardo Vargas, influyó en el devenir de la llamada Revolución de Octubre y en su desenlace del 24 de noviembre de 1948.
Cipriano Castro estuvo en la presidencia nueve años. Su riñón no aguantó tanta francachela y comenzó a fallarle. Lo operaron sin éxito en Caracas y tuvo que irse a tratar a Alemania. Dejó en el poder a su compadre Juan Vicente Gómez, quien ni corto ni perezoso aplicó la no escrita Ley de la Patada Histórica y se hizo del poder 25 días después, el 19 de diciembre de 1908.
Gómez se convirtió en un dictador de larga data. Lo que no pudieron las decenas de intentonas para sacarlo del gobierno, lo logró su debilitada próstata, que se lo llevó de este mundo luego de veintisiete años en el poder.
Un riñón y una próstata acabaron con las primeras dictaduras del siglo XX.
EL 18 DE OCTUBRE
Todo parecía indicar que Diógenes Escalante sería el presidente de Venezuela en las elecciones (parlamentarias) de 1946. La expectativas de cambios de fondo que generaría por la vía electoral su candidatura unitaria, había archivado la inminencia de golpe de estado de la joven oficialidad egresada de escuelas militares, que ya no aguantaba seguir vetustos procedimientos emanados de oficiales empíricos y a veces analfabetas (los chopo é piedra).
Por otra parte, la candidatura de Escalante había ofrecido un camino electoral a la modernización electoral que pedían a gritos los jóvenes políticos, cansados de padecer un sistema cerrado donde militares andinos y gomecistas, se sucedían en el poder.
Cuando Ramón J. Velázquez, secretario de prensa de Escalante manifestó que el candidato no podía ir a una reunión porque “no tenía camisa”, se vino todo abajo. Medina Angarita seleccionó – sin aceptar conversar previamente– como su sucesor Ángel Biaginni, que no despertó ni de lejos la capacidad consensual de Escalante. Se aceleró el golpe y Medina fue derrocado.
MARIO VARGAS
En aras de enriquecer los análisis del Trienio Adeco, es indispensable sacar al teniente coronel Mario Vargas del “olvido” en que ha sido sumergido. Analizar certeramente el rol fundamental jugado por él en los años transcurridos entre el 18 de octubre de 1945 y la caída de Rómulo Gallegos en 1948,
Había egresado de la Escuela Militar en 1931 – a los 18 años - , como primero de su promoción, junto a otros conocidos personajes entre los que destacan los hermanos Wolfang y Carlos Larrazábal (navales). En 1936, al ser ascendido a teniente, fue pasado a disponibilidad por estar enfermo de tuberculosis, este fue el primer signo de la enfermedad que acabaría con su vida.
En el año 1943 (o 44) fue fundador de la clandestina Unión Patriótica Militar (UPM), liderada por los oficiales Marcos Pérez Jiménez y el hermano mayor de Mario, Julio César Vargas. La UPM estaba integrada por jóvenes oficiales que se comprometían a instaurar “un sistema político verdaderamente democrático”.
El día 18 de octubre de 1945, el entonces capitán Mario Vargas fungió como uno de los principales conspiradores. Fue uno de los dos oficiales que integraron la Junta de Gobierno, el otro fue Delgado Chalbaud. Su nombramiento no gustó ni a su hermano Julio César Vargas ni a Pérez Jiménez, que aspiraban a ser parte integrante.
Por pocos meses fue ministro de Comunicaciones, y luego ministro del Interior. En junio de 1946 (33 años) fue presidente encargado de la Junta de Gobierno durante unos días que duró a ausencia de Rómulo Betancourt, que había aceptado una invitación a México.
En todas sus declaraciones, Vargas exaltaba el rol de los civiles en el gobierno e insistía en que los militares no deberían gobernar, sino abrir el camino para que los civiles lo hicieran de forma democrática. Esto incomodaba a sus colegas, muchos de los cuales se veían en rol de gobernantes, no hay que olvidar que las conspiraciones militares estuvieron a la orden del día en esos años. Además era la época de la “internacional de los sables”, estimulada por Estados Unidos, que en el escenario de la guerra fría permitieron que América Latina se inundara de dictaduras militares de “derecha”. Así evitaban el poder para políticos con veleidades izquierdistas, con simpatía por su archirrival la Unión Soviética.
El Mariscal Antonio José de Sucre más de cien años antes, había declarado algo similar a Mario Vargas en cuanto a que los militares debían irse a sus casas y dejar los gobiernos a los civiles. Aquello provocó la ira de sus colegas, y hasta dicen que fue uno de los motivos de su asesinato.
En este caso el “asesino” del teniente coronel Mario Vargas, fue la tuberculosis. En 1947 le volvió a atacar y lo enviaron en comisión a los Estados Unidos para que sanara.
Cuando la conspiración contra el presidente Rómulo Gallegos, la enfermedad de Vargas, ya casi terminal, le impidió influir decisivamente para parar el golpe del 24 de noviembre. Desesperado tomó un avión y llegó a Venezuela un día antes. Pero el mal estaba hecho. Fue retenido en el aeropuerto por unas horas. Al llegar a Caracas conversó – inútilmente- con su amigo el ministro Delgado Chalbaud. Cabe una elemental pregunta, ¿hubiera habido golpe contra Rómulo Gallegos de estar sano Mario Vargas? Por lo menos, hubiera sido más difícil
Por cierto, Rómulo Gallegos confiaba plenamente en Delgado Chalbaud, lo consideraba como un hijo. Sus familias habían convivido bajo el mismo techo en Barcelona, España. Tal vez el presidente novelista al observarlo entre los conspiradores habrá dicho para sus adentros como Julio César a Bruto: ¿Tú también hijo mío?
Así como la enfermedad cerebral del doctor Escalante frenó las esperanzas de un cambio pacífico y democrático, es probable que la tuberculosis de Vargas – uno de los oficiales más influyentes militar y políticamente - le haya impedido cambiar el derrotero de la cruenta dictadura que sumió a los venezolanos por diez años.
LA DESPEDIDA
El teniente coronel Mario Vargas firmó el Acta de la Junta Militar emanada del golpe del 24 de noviembre. Ya era un hombre sentenciado a muerte por la tuberculosis. En posterior carta expresó que ante la suerte echada prefirió evitar derramamiento de sangre.
Fue exiliado a los Estados Unidos, allí continuó su tratamiento. Pidió inútilmente que sus hermanos varones, dos militares y un civil, se comunicaran con él. Falleció en diciembre de 1949. A pesar de tamaña ejecutoria, Mario Vargas era un joven de… ¡apenas 36 años!
Modelo de militar civilista. Sin duda fue un puente entre el militarismo y la democracia. Lo olvidaron los militares de la dictadura porque sus ideas no convenían ante la anulación de libertades, fraudes electorales y represión. Lo olvidaron los adecos del 45, porque para las elecciones del 58 debían meter bajo la alfombra mucho de la revolución de octubre, para ganar adeptos.
Sin embargo, Betancourt siempre lo admiró y apreció. Él y otros líderes adecos lo visitaron durante su convalecencia en Estados Unidos.
Es la hora de rescatar la figura de Mario Vargas. Para enriquecer los análisis históricos y para utilizarlo como modelo de juventudes y de militares democráticos. Además, es lo justo.
Sin duda, Mario Vargas es un prócer de la venezolanidad.
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