ANTÍDOTOS PARA LA ENFERMEDAD PETROLERA
Rafael Gallegos 707
En los años 70 Pérez Alfonzo popularizó la frase - originaria de los indígenas - “excremento del diablo”, para expresar el desbalance socioeconómico que el mal uso de los ingresos petroleros había ocasionado en Venezuela. El padre de la OPEP era uno de los llamados “profetas del desastre”, entre los que destacaban Uslar Pietri y Jorge Olavarría, quienes planteaban que el crecimiento excesivo gasto público y del consumo suntuario creaban un país artificial que no se sostendría en el tiempo.
LOS ALBORES
Sin embargo, Venezuela tuvo una transformación extraordinaria desde los pininos del petróleo. La Venezuela de los fines de siglo XX no tenía nada que ver con la de los años diez, veinte o treinta.
Al morir Gómez las enfermedades endémicas estaban en el menú de los venezolanos. ¿Cómo te sientes? Era un saludo que en el fondo buscaba saber si estabas afectado por la fiebre amarilla, o la tuberculosis, o el paludismo. El promedio de vida en Venezuela era de 34 años, y el analfabetismo superaba el 80 %.
Durante los siguientes cincuenta años, Venezuela mostró el mayor crecimiento sostenido del PIB en el mundo. Sin duda gracias al petróleo. Casi que se erradicó el analfabetismo, y la revolución educativa se convirtió a la educación en un trampolín social. La alimentación, la estatura promedio, y la expectativa de vida, eran infinitamente superiores a las de los años treinta. La nueva infraestructura – muchas veces asombrosa - redimensionó al país. Venezuela pasó de ser un país atrasado y palúdico, a ser el Kuwait de América Latina. De paso, la democracia venezolana- por épocas casi una isla en Latinoamérica- fue en parte, otro “derivado” del petróleo.
Entonces, ¿estaban equivocados los profetas del desastre? Bueno, no todo lo que brilla es oro…
SEMBRAR EL PETRÓLEO
En 1936 Uslar Pietri acuñó esa frase en el Diario Ahora. A grosso modo, planteaba la idea generalizada de que el petróleo debía ser utilizado para generar desarrollo en Venezuela.
Pero ya en los años noventa, a pesar de los grandes – yo diría que gigantescos logros de las décadas anteriores - era evidente que la siembra del petróleo había sido fallida. Por sus cosechas los conoceréis.
Podríamos parafrasear a Marx con su equivocada observación sobre el capitalismo: el petróleo genera en su seno el germen de su propia destrucción.
La decadencia del país se dio porque no pudimos – o no supimos- contrarrestar dos enfermedades y un síndrome: la Enfermedad Holandesa, el Efecto Venezuela y el Síndrome de Estocolmo. Veamos.
ENFERMEDAD HOLANDESA
Afecta económicamente a países donde la explotación de un recurso natural (en nuestro caso petróleo), minimiza el desarrollo de otros productos. Se sobrevalúa la moneda y el país se hace menos competitivo. Hay tendencia hacia la monoproducción y dependencia de los precios (del petróleo).
En Venezuela el valor de la moneda hacía que fuera más negocio importar productos no petroleros que producirlos. En lugar de la siembra del petróleo, se podía hablar de la “sombra” del petróleo. No se pudo superar la condición de mono productor y el Estado se fue convirtiendo en un todopoderoso que protegía empresas agrícolas e industriales con subsidios, aranceles y préstamos blandos que a la larga debilitaron la economía. A comienzos de los setenta, antes de la nacionalización, Venezuela era un país muy próspero, pero la mayoría de sus productos industriales y agrícolas no eran competitivos. Es decir, más allá de la era del petróleo, el país no era sustentable. ¿Paradoja petrolera?
EFECTO VENEZUELA
En 1973 los precios petroleros se multiplicaron por cuatro y en 1979 por tres. Un magnífico boom petrolero. El primer presupuesto de CAP triplicó al último de Caldera, el gasto público escaló a niveles impensables, la burocracia se duplicó en los primeros cinco años. El país se redimensionó, grandes obras gerenciales, hospitalarias, educativas y en general de infraestructura, el fabuloso Plan de Becas Ayacucho… todo un gigantesco edificio construido sobre crecientes precios del petróleo. Esos ingresos no fueron suficientes y se generó una deuda de la que Luís Herrera Campíns expresó en su toma de posesión presidencial: “recibo un país hipotecado”.
Se pasó en diez años de la Gran Venezuela, al Viernes Negro. ¿Qué había sucedido? Venezuela fue víctima del Efecto Venezuela de Pérez Alfonzo… si un indigente se gana la lotería y comienza a comer siete veces al día se descompensará. Venezuela con estos gigantescos ingresos se convertirá en un país descompensado…
No hay mucho que explicar, el gigantesco gasto público, el petroestado, la creciente corrupción, el consumo suntuario, los tabaratos, el dudoso orgullo de ser el primer país importador de güisqui en el mundo… éramos un país artificial.
Bajaron los ingresos, y crecieron por años la devaluación, la inflación, la deuda y la pobreza, que rondaba el 60 %. Estos factores afectaron la moral colectiva, que iba a la baja. Un país descompensado. CAP trató en su segundo gobierno, fallidamente, de enderezar entuertos.
No podemos seguir divulgando la leyenda de que venimos del paraíso terrenal. Pero hay estar claros en que – pudiendo hacerlo en el 98 - no seguimos la conseja de Luis Herrera de perfeccionar la democracia.
Y que conste, el boom petrolero de los setenta coincidió inicialmente con la nacionalización del petróleo, pero el Efecto Venezuela igual hubiera sucedido sin ella. Simplemente los precios del petróleo multiplicaron las divisas que manejaban los gobiernos. He ahí el meollo.
SÍNDROME DE ESTOCOLMO
El término se genera durante un secuestro en Suecia, donde se dio la paradoja que los secuestrados se identificaron con los secuestradores.
El desencanto de los venezolanos con la democracia era tal, que en 1998 se fueron tras un líder que ofreció desmantelar la democracia representativa y refundar al país mediante una Asamblea Constituyente. Con el firme apoyo del pueblo, Chávez aplicó un socialismo que desmanteló la economía – sin compensarla - y sustituyó los poderes públicos mediante la oferta de una democracia “protagónica”, que a la larga resultó una mayor concentración de poder.
Lo demás es echarle cuentos a usted, que sabe – y padece- tanta historia.
ANTÍDOTOS
Luego de más de cien años de industria petrolera, es obvio que la siembra del petróleo devino en una mala cosecha. Tan mala, que el mundo – asombrado- nos ve como un limosnero sentado en un barril. Todos - tirios y troyanos- debemos estar claros en la ingente necesidad de volver a sembrar el petróleo… pero bien. Por ello es indispensable desarrollar desde ya, los antídotos para combatir la enfermedad petrolera.
Al petróleo le quedan en primer plano varias décadas. Las proyecciones de consumo de hidrocarburos crecen y crecen. Venezuela no está como algunos pregonan, en una etapa post petrolera (“se acabó la renta”), sino en una nueva etapa pre petrolera, ¡ahora es cuándo!
Venezuela… sí y solo si nos ponemos las pilas… puede convertirse en el cuarto país petrolero del mundo en unos diez años. Pero hay que tener presente que más importante que desarrollar una industria petrolera de primera, es que sepamos cómo convertir esos recursos en calidad de vida de los venezolanos. No podemos repetir al país petrolero sin superar las enfermedades petroleras.
A continuación unas sugerencias o antídotos para que el petróleo se convierta, por fin, en calidad de vida.
- En primer lugar, es necesario orientar la economía hacia la exportación. Tal como los Dragones Asiáticos hace más de cincuenta años, utilizar el comercio como un “arma de guerra” y no al petróleo como al gran solapador de las ineficiencias. La única manera de construir una Venezuela sustentable es hacerla competitiva.
- Controlar el gasto público y no repetir – de ninguna manera- al petroestado. Aplicar con rigurosidad aquella frase de tanto estado como sea ne-ce-sa-rio, y tanta empresa privada como sea posible.
- Fortalecer las instituciones, descentralizar el país, generar la alternabilidad… Democracia.
No se trata de un menú, sino sugerencias para enriquecerlas. Hay que hacer las cosas de manera diferente para – por fin- obtener resultados diferentes.
De lo contrario… dejémoslo así.
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