CIEN AÑOS DE LA PRIMERA HUELGA PETROLERA
Petróleo sin Reservas
Rafael Gallegos 688
Este nueve de junio se cumplieron cien años de la primera huelga petrolera en Venezuela. Poco recordada y muy local. No tuvo ni la pegada ni el impacto nacional de la huelga petrolera de 1936, que mostró las pésimas condiciones en que vivían los trabajadores petroleros y a la larga fue el soporte para la mejora de esos estatus hasta excelentes niveles; ni de la huelga petrolera de 1950, orientada a luchar contra la dictadura de Pérez Jiménez.
Y mucho menos tuvo la huelga de 1925 las consecuencias del conflicto petrolero 2002-03, donde la expulsión de 23.000 trabajadores significó un punto de inflexión que marcó los derroteros de la actual industria petrolera venezolana, hoy con una producción jadeante, exagerada y asintótica de un millón de barriles diarios.
Es obligatorio destacar que, en línea con nuestro nivel de reservas, Venezuela debería producir cuatro millones de barriles diarios, diez mil millones de pies cúbicos diarios de gas y desarrollar una petroquímica de primer mundo. Amén de unas divisas de decenas de miles de millones de dólares anuales que sirvan de pivote al desarrollo sustentable de Venezuela.
LA PRIMERA HUELGA
La huelga petrolera de 1925 fue el primer movimiento de su tipo en Venezuela. Es necesario aprovechar este centenario para estudiar sus causas, su escenario y consecuencias, a objeto de extraer lecciones históricas. No hay que olvidar que el desconocimiento de la historia es parte de nuestra tragedia.
La huelga de 1925 se realizó cuando industria petrolera estaba en etapa de crecimiento. Ya se habían perforado los emblemáticos pozos Zumaque 1 (1914) que le dio carácter comercial al negocio petrolero en Venezuela; y el Barrosos 2 (1922) cuyo reventón de 100.000 barriles diarios durante diez días asombró al mundo y modificó la geopolítica del petróleo; además estaban en pleno desarrollo los campos de La Paz, El Menito, La Concepción y otros que iban conformando nuestra geografía petrolera.
Venezuela se enrumbaba para convertirse tres años después (1928) en el primer país exportador de petróleo del mundo.
La Venezuela de Juan Vicente Gómez – acostumbrada por el terror o por la rutina - era un país silencioso, con cero libertades de prensa y hasta de pensamiento, con cárceles insalubres, llenas de presos políticos hambrientos, envenenados con vidrio molido, enfermos sin atención y torturados con tortol, planazos, agua fría en la mañana, colgados por los testículos las veces que fuera necesario. Todos los venezolanos estaban a la orden de los “chácharos” para ser encarcelados – sin aviso y sin protesto- , culpables del delito de ser conspiradores, o simplemente por caerle mal algún jerarca del régimen.
Ya Venezuela producía 46.000 barriles diarios de petróleo – era el sexto productor mundial- y en la industria trabajaban 13.000 obreros. Cinco años antes, en 1920, el nunca bien ponderado Gumersindo Torres había elaborado la primera ley petrolera, que fue protestada por las transnacionales, y el “bagre” Gómez - implacable con el pueblo pero servil con las transnacionales-, les dijo que hicieran ellos las leyes porque eran los que sabían de petróleo.
A Gumersindo Torres lo botaron del ministerio en 1924.
LA HUELGA
Se inició el nueve de junio de 1925, hace cien años en San Lorenzo y Mene Grande. Lo primero que asombra es la valentía – o desesperación – de esos obreros para hacer una huelga corriendo gigantescos riesgos de sus vidas en ese régimen sin libertades ni garantías, ni respeto a los derechos humanos.
Hay que destacar lo duro del ambiente de trabajo de los pioneros del mundo petrolero venezolano. Las exploraciones indicaban que los pozos deberían ser perforados en lugares endémicos, agrestes, que obligaban a penetrar selvas llenas de fieras, mosquitos, alimañas y serpientes. Además corrían riesgos por ataques de flechas de indígenas.
Las causa que esgrimieron los huelguistas eran múltiples: maltrato de jefes extranjeros, disminución de jornada laboral (de diez horas a nueve), construcción de viviendas (vivían hacinados y con pésimas condiciones sanitarias), asistencia médica (inexistente), agua potable (tenían que beber las salobres del lago) y aumento de dos bolívares por día (de cinco a siete). Previamente los trabajadores les entregaron a las autoridades un pliego de peticiones. La firme negación de estas motivó la huelga.
Inicialmente intervino la policía. Ésta curiosamente no reprimió y casi que se puso de lado de los huelguistas. Algunos pensaron en una solidaridad de clase automática; pero investigaciones posteriores hicieron sospechar de complicidad con el jefe civil. Las malas lenguas decían que el aumento salarial le convenía a éste, para incrementar las ganancias en sus negocios, entre ellos los bares y prostíbulos.
Entonces Juan Vicente Gómez envió al ejército, y allí sí hubo represión. Muchos presos y desaparecidos, entre ellos el jefe del movimiento Augusto Malavé (no confundir con Augusto Malavé Villalba).
Malavé era pequeño, rechoncho, aindiado, de ojos pequeños. Excelente hablador. Procedía del oriente del país y ejercía como fogonero. Con sus dotes oratorias y su trabajo tesonero convenció a sus compañeros para emprender la huelga.
Lo capturaron. Un día el ejército lo montó en una lancha. Sus compañeros lo vieron salir del lago y más nunca se supo de él. Augusto Malavé está considerado como uno de los precursores del movimiento sindical venezolano.
La huelga duró doce días. Los trabajadores lograron un pequeño aumento de un bolívar diario, agua potable y la presencia de médicos (sin medicinas). Pero sobre todo, a partir de allí se comenzó a formar el movimiento sindical, y les cabe el mérito de haber actuado en plena era de la atroz dictadura, que se dice fácil…
UN LARGO CAMINO DE REIVINDICACIONES
Cuando estalló la huelga de 1936, los trabajadores solicitaban casi las mismas reivindicaciones que en 1925. Lo que indica que hubo poco avance en la calidad de vida de los obreros petroleros durante la dictadura de Gómez.
Los huelguistas del 36 solicitaban: buen trato de los caporales extranjeros, agua potable (esta vez con hielo), viviendas (alguien llamó sus viviendas insalubres “cajas de fósforos evolucionadas”), asistencia médica, y reducción de la jornada laboral a ocho horas diarias.
Lo demás es historia. Esos movimientos aunados a la alta productividad del negocio petrolero, contribuyeron a elevar la calidad de vida de los trabajadores petroleros hasta excelentes niveles, por décadas.
Por lo menos durante el siglo XX y comienzos del XXI.
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