LAS NOVIAS EN LA RUTA DEL LIBERTADOR

 

  Rafael Gallegos    Blog 600

En cada pueblo una novia, se podría decir de El Libertador. Ejemplos sobran. Veamos:

A finales de 1812, estando Bolívar como encargado militar en Barrancas a orillas del Río Magdalena, sin autorización de sus superiores inició un movimiento militar que devino en la Campaña Admirable. Tomó la población de Tenerife. Se enteró que allí vivía una bella joven de origen francés. Se empeñó en conocerla. Era Anita Lenoit, de 17 años. Mantuvieron un romance mientras duró la estadía de El Libertador en Tenerife.

En 1830, cuando Bolívar estaba muy grave en Santa Marta, Anita viajó para  visitarlo; pero llegó un día después de su fallecimiento. Y estuvo presente en sus exequias.

Luego de la Campaña Admirable, cuando Bolívar hizo su entrada en Caracas, los pobladores escogieron doce de sus muchachas más bonitas para que le dieran una bienvenida. Entre ellas estaba una joven de 19 años, blanca, de cabellos y ojos negros, muy hermosa. Era Josefina Machado, que pasaría a la historia como Pepita Machado. Dicen que Bolívar se enamoró de Pepita y que estuvo a punto de romper su juramento de no volverse a casar jamás, emitido a la muerte de su amada esposa María Teresa. En 1814, cuando a la caída de la segunda república, el sanguinario Boves estaba por llegar a Caracas. La población en número de 20.000 huyó empavorecida hacia oriente. Entre las damas que participaron en ese fatídico evento conocido como Emigración a Oriente, estaba Pepita. Bolívar logró enviarla, junto a su madre, hacia la isla de Saint Thomas.

Más adelante, en 1816 cuando la Expedición de los Cayos, avanzaban por el Mar Caribe las naves patriotas hacia Venezuela. Bolívar mandó a parar la flota.

-      ¿Qué espera el Libertador? – se preguntaban los oficiales

-      Debe ser algo muy importante para retrasar la expedición - se decían.

Algunos estaban muy descontentos y venían desde Haití cuestionando el liderazgo de Bolívar. La mayoría lo había aceptado porque el presidente Petion, financista, y el almirante Brion, dueño de las embarcaciones, habían impuesto el mandato del Libertador.

Al observar que el “algo muy importante” que esperaban eran su amante Pepita Machado, con su mamá y una tía, reventó la ira en las embarcaciones. El Libertador se justificó diciendo que había llegado una imprenta muy necesaria para la lucha. “La artillería del pensamiento”.

Luego, las naves estuvieron dos días varadas mientras los tórtolos disfrutaban una improvisada luna de miel. Algunos historiadores dicen que allí se gestó la derrota de la expedición de Los Cayos.

Pepita era muy querida por la tropa porque participaba en la logística y hasta hacía rol de enfermera. Pero estaba muy afectada por la tuberculosis. Falleció en Achaguas en 1819. “Doña Pepa ha muerto”, leyó el Libertador en la correspondencia. Parece que no le extrañó, porque – se dice- venía sintiendo en su nariz un olor a muerto, similar al que lo afectó cuando murió su madre y luego María Teresa. Cosas veredes…

En 1819, luego del triunfo de Boyacá, Bolívar entró en Bogotá. Al igual que en Caracas, los pobladores le prepararon para recibirlo un ramillete integrado por las muchachas más bellas. Entre ellas estaba Bernardina Ibáñez. Verla el Libertador y enamorase fue lo mismo. Parece que Bernardina no le hizo caso a Bolívar y lo volvió loco de amor. Ella estuvo comprometida con el joven general Ambrosio Plaza, héroe muerto en Carabobo. De él bromeó el general Cedeño el día anterior a la batalla: “estaba pensando el bonito muerto que haría usted, general Plaza”. Las malas lenguas decían que Bolívar enviaba a Ambrosio Plaza a difíciles misiones, para cortejar a Bernardina.

“Dígale a Bernardina… estoy cansado de escribirle sin respuesta…que yo también soy soltero y que gusto de ella más que Plaza…”  le escribía Bolívar a Santander. Celos malditos celos.

La hermana de Bernardina, la también belísima Nicolasa, estaba casada con el realista Rubén Antonio Caro y mantuvo unos ruidosos amores con Francisco de Paula Santander. Dicen que por esas hermanas se agudizó la rivalidad entre Bolívar y Santander, al punto que se generaron los partidos conservador y liberal.

En 1822, un Bolívar lleno de gloria y de 39 años entró a Quito. Cuando cabalgaba por la ciudad en medio de los delirantes quiteños, le cayó en la cara una flor … o un laurel. Cuando volteó a ver al causante, encontró de frente el hermoso rostro de Manuelita Sáenz.  Fue amor a primera vista. En la recepción posterior bailaron toda la noche e iniciaron su largo y tormentoso romance.

Manuelita era amiga íntima de Rosa Campuzano, amante de San Martín. Había sido condecorada con la Orden del Sol por su lucha patriota. Excéntrica y muy singular. Cuando su esposo el flemático doctor inglés James Thorne le pidió que volviera con él, ella le respondió que cómo se le ocurría que después de estar con el Libertador podía volver con un hombre como él.

Manuela le salvó la vida al Libertador por lo menos dos veces. Su infidelidad era vox populi. A sus perros les ponía nombres como Páez, Santander, Córdoba y otros militares que no eran de su devoción. La tormentosa relación duró hasta la muerte de Bolívar. Ante su gravedad ella trató de llegar a Santa Marta; pero en el camino le anunciaron su muerte, y se devolvió.

Murió solitaria y muy pobre en Paita, donde fue visitada y reverenciada por personajes como Simón Rodríguez, Melville (el autor de Moby Dick), Garibaldi y otros.

Cuando el Libertador entró a Potosí en 1825, fue recibido por doce damas distinguidas. Entre ellas Doña Joaquina Costas, de 21 años, quien al entregarle un ramo de flores le susurró al oído que lo iban a asesinar. Doña Joaquina estaba casada con el patriota argentino Hilario de la Quintanilla, tío político de San Martín y ausente en campaña. Unas tres semanas estuvieron conviviendo – dicen que en secreto- Simón y Doña Joaquina. Ésta salió embarazada y Bolívar reconoció a su hijo, que fue bautizado como José Costas, ya que el ausente Don Hilario, lo repudió.

José Costas vivió 69 años. Casi en su lecho de muerte se casó con doña Pastora, su concubina por años, con la que tuvo muchos hijos… 

En el “Diario de Bucaramanga”, Bolívar le explicó a Perú de Lacroix, que sí había tenido hijos; pero que por razones de seguridad debía mantenerlos ocultos.

Parece que tanta candela, alguna vez hizo brasa.

PD: Todas las felicitaciones al admirado geólogo Gustavo Coronel en sus 90 años.  Gran venezolano, orgullo y modelo para los petroleros.   

Comentarios

  1. Rafael, buenos días. Muy buena corta historia de los amores de Bolívar
    Saludos
    Diego

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    1. Gracias Diego. Bolivar era un galán. Y las que faltan... Un abrazote

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  2. Tantos elogios fabricados para un criminal destructor que hasta el día de hoy nos destruye la sombra de sus crímenes es propio de personas que no investigan

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