DESPUÉS DEL CORONAVIRUS


Rafael Gallegos    Blog  440

Si para algo debe servir este forzoso alto en el camino a que nos obliga la cuarentena, es para soltar el “automático” en que nos hemos acostumbrado a vivir, y pensar en las cosas que realmente valen la pena. No hay que ser gurú para entender que por encima de alimentar los egos y competir desmedidamente por riquezas y reconocimiento,  lo más importante es la familia, la salud, el trabajo como vía de sustento y realización, los amigos, la pareja, la pasión con que acometemos la vida. Hay una palabra que lo resume todo y es: amor.

Por algo, y la reflexión viene al  dedillo en Semana Santa, el mensaje de Jesús no pierde vigencia a pesar de haber transcurrido dos milenios. No se trata del mensaje religioso o sobrenatural que cada quien interpretará de acuerdo a sus creencias. Sino de la Escuela de Vida que nos legó Cristo.

Amaos los unos a los otros

Cuando Jesús dijo “amaos los unos a los otros” nos dio a entender que amemos a todos los seres humanos como si fuéramos  nosotros mismos, y tal cual amamos a   nuestros hijos. Pregunto: ¿alguno de ustedes me ama a mí como ama a sus hijos? Por supuesto que no… y no se sientan mal porque yo tampoco los amo a ustedes como a mis hijos.  Claro, es cuestión de nivel espiritual. El día que queramos a toda la humanidad como a nuestros hijos, habremos alcanzado el nivel de Cristo.

El mensaje de Jesús es que debemos desarrollar tendencias hacia una sociedad menos individualista y más colectiva. Comprender que “mi” bienestar se enriquece con el  del bienestar de los demás y viceversa. Es más, nuestra verdadera dimensión humana se manifiesta cuando nos sentimos más felices en la medida que provocamos la felicidad de los otros.

Todos los seres humanos somos hijos de Dios…
… O sea, tenemos los mismos derechos. Nos ha costado siglos entenderlo. A lo largo de la historia la “civilización” ha practicado la máxima de pueblo conquistado, pueblo esclavizado. La “pureza de la raza  aria” llevó al terrible nazismo. Durante la conquista se discutía si los indios tenían alma. Hasta la Independencia, los hispanoamericanos  estuvimos divididos como metras, por colores: blancos, pardos, mestizos, mulatos, negros. Para que el muy ilustre José María Vargas pudiera ser Rector de la UCV, el Libertador tuvo que abolir el decreto que prohibía a los pardos ser rectores.

Una de las páginas más macabras de nuestra historia, fue  cuando a los negros de África los cazaban en sus tierras, los montaban como sardina en lata en barcos “negreros”, los vendían como esclavos para las haciendas de azúcar, o algodón, o para las casas de los más pudientes.

Y eso fue hace menos de trescientos años. La grandeza de Jesús consiste que habló de igualdad de los seres humanos hace dos mil años, en pleno Imperio Romano. Se adelantó… veinte siglos con creces, a la Declaración de los Derechos Humanos.

Jesucristo por encima de todo fue un Adelantado. Un Maestro. Nos enseñó que la mejor manera de vivir es amando y en sociedades donde todos tengamos los mismos derechos. Que debemos buscar la felicidad, como tal vez diría el gran poeta Aquiles Nazoa, en “las cosas más sencillas”. Pero eso sí, si es necesario pidiéndole el látigo que usó contra los mercaderes en el templo.

 ¿Hacía falta que llegara el coronavirus para recordarnos las cosas realmente importantes?

Amor es…
Que quede claro que no estamos conversando acerca de vivir como santurrones, como si fuéramos rostros de los cuadros de santos, con ojos viendo al cielo, halo en la coronilla y una tristeza más contagiosa que el coronavirus. Ninguno se ríe.

¿Y los dientes? ¿Cuál sería  el primer cuadro de la historia en mostrar una hermosa dentadura? Pocos tenían buenos dientes, por ello no los mostraban. El gran Cervantes confesó que apenas le quedaban seis dientes desconectados, medio podridos  y bailando. ¿Qué quedaba para los demás mortales de esa época?

Hablamos de amor activo y con sonrisas “a diente pelao”. Amar no es ser santurrón, es reírse, sentirse alegres y por supuesto felices. Yo soy feliz porque me siento bien, porque mi hijo es feliz y él es feliz porque sus amigos son felices y sus amigos son felices porque sus padres tienen trabajos que les permiten alimentarlos y eso es así porque hay empresas libres que les permiten laborar…

Ese es el amor que dijo Jesús en su infinita sabiduría: Solidaridad, disposición, ayudar, trabajar, estudiar, pensar, parrandear, festejar, sentirnos felices con la felicidad de los otros.

Si hubiera una lección aprendida en estos veintiún  años de plaga “revolucionaria” cuya guinda es el coronavirus, es que para yo ser feliz… mi país tiene que estar feliz. Ya lo dijo Bolívar los buenos gobiernos son los que buscan la mayor cantidad de felicidad posible.  
El gobierno de Venezuela, como sabemos y padecemos es el que ha hecho más infeliz a la patria. Por eso somos un país tan triste… por ahora.

La felicidad de los venezolanos pasa por intentar un nuevo país. Ya lo dijeron Gual y España, y lo dicen y lo repiten todos los líderes que quieren acabar con las injusticias.

Veamos el inicio de la “Proclama a os habitantes libres de la América Española”, en 1797, de Gual Y España: ¿Hasta cuándo vuestra paciencia aguantará el peso de la opresión que crece todos los días? ¿Hasta cuándo besaréis servilmente el látigo con que os azotan?... ¿Tenéis gusto en vuestra miseria?

¿Quién de ustedes tiene gusto en vuestra miseria? Miseria y hambre de mucho venezolano que no tiene que comer, o que tiene pésimos servicios de luz, agua, hospitales, escuelas, Internet. La tristeza de ganar tres vergonzosos dólares al mes y de paso, tener la familia sobreviviendo  a miles de kilómetros.

Felicidad es prosperidad. Prosperidad es trabajo bien remunerado, buenos servicios, libertad de empresa, de expresión, democracia.

Ser cristiano es amar y ser solidario, es estudiar y es luchar, es creer en nosotros mismos.

¿Cómo hacer?
Hay pueblos que han revertido su destino. Japón superó la desgracia de dos bombas atómicas y  puso a Estados Unidos a comprarle computadores, carros, línea blanca. Y en medio de terremotos, maremotos y una muy densa población. Alemania superó el macabro nazismo y se convirtió en el país líder de la Comunidad Europea. España superó el franquismo y hoy es un país muy próspero. Costa Rica eliminó el militarismo y se convirtió en uno de los países más prósperos de América Latina. Igual Chile, que tras la dictadura de Pinochet se ha convertido en un gran país sudamericano.

En general esos países muestran elementos similares: unidad de propósito, pactos de la oposición a pesar de las diferencias, capitalismo, políticas sociales  y democracia.

Y nosotros, qué esperamos. Ojalá este encierro nos haga pensar en lo importante. En que mi prosperidad depende de la suya. En la necesidad de la Unidad de la oposición venezolana y Pactos de gobierno como los de Chile, Colombia, Costa Rica, España, o nuestro Punto Fijo.

Meditemos, estudiemos el mensaje de Cristo. Pensemos a lo Kennedy en qué podemos hacer nosotros por nuestro país, hambriento de comida y de democracia, en lugar de estar pidiendo qué puede hacer Venezuela por nosotros.  Es la hora de los rómulos betancoures. Cada uno un pedazo cuyo todo sea él.  

El reto de los venezolanos es doble: superar el coronavirus y reimplantar la democracia.
 
Sin echarle la culpa a nadie.

Comentarios

  1. Impecable, Rafael. Gracias por continuar ilustràndonos con tu tan especial estilo. Feliz domingo de Resurrección

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  2. Oportuno y obligatorio, para TODOS los Venezolanos es unirnos en nuestras similitudes y reconstruir la Democrácia.

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