EFECTO VENEZUELA Y AVE FENIX
Rafael
Gallegos Blog núm. 395
Los años setenta fueron un
Festín de Baltazar. Una orgía de consumismo. Nos jactábamos de tener el mayor
consumo de guisqui per cápita en el mundo. Nuestros turistas viajaban por el
mundo como caciques de la tribu Tabarato (dame dos) y por sus propinas eran
confundidos con príncipes árabes. El primer presupuesto de Carlos Andrés Pérez
fue tres veces superior al último de Caldera. En cinco años se duplicó la
nómina de empleados públicos. Los precios del petróleo se multiplicaban
rutinariamente. Las guerras árabes y los estornudos de los jeques se transformaban
en ingresos - sin trabajar- para Venezuela. Todo un surrealismo más torcido que el reloj
de Dalí.
Desde el fondo de esta
realidad surgió la voz aguafiestas de Juan Pablo Pérez Alfonzo. Le preocupaba
que ese ingreso gigantesco y facilón saturara la capacidad absorción de dinero del
país. Para explicar su angustia desarrolló una concepción que bautizó como
Efecto Venezuela. La planteaba hablando
de un indigente que se ganara el premio gordo de la lotería y comenzara a comer
siete veces a día y terminara hospitalizado con el organismo descompensado. A
Venezuela- decía- le sucederá como al indigente, se indigestará y terminará
siendo un país descompensado. Este fenómeno será conocido como “Efecto
Venezuela”. Pérez Alfonzo sugería evitarlo reduciendo la producción a un millón
de barriles diarios porque en su concepto en el subsuelo los barriles se
revaluaban y lo más importante, se evitaba que los excedentes de divisas
reflejaran la deformación de la economía que él había descrito.
A su pesar Pérez Alfonzo vio materializar el Efecto
Venezuela. Luego de cinco años Herrera Campíns dijo en su primer discurso como
presidente que recibía un país hipotecado. Había sido insuficiente el cuantioso
ingreso petrolero y para satisfacer la voracidad de las nuevas necesidades
nacionales hubo que pedir dinero a la banca internacional generando una casi
impagable deuda pública. Hay que reconocer en descargo del régimen de Carlos
Andrés Pérez, que creo el Plan Mariscal de Ayacucho, los módulos de Apure, el
Plan IV de Sidor y hasta el Fondo de Inversiones de Venezuela cuyo objeto era
represar los excedentes. Pero el Efecto Venezuela se cumplió rigurosamente, el
país se descompensó, se aflojaron los resortes morales y comenzamos a transitar
la ruta de la decadencia.
Los intelectuales
vislumbraban a este paso un futuro oscuro. Otro gran pensador, Arturo Uslar
Pietri planteó que bajaran los precios
del petróleo Venezuela se iba a convertir en un caso de la Cruz Roja
Internacional. Casi que profetizó que nos íbamos a convertir en la primera
hambruna petrolera de la historia.
Años después El Nacional
expresó en su mancheta: “A Pérez Alfonzo lo llamaron loco, agitador y quijote
por prever los males que hoy nos aquejan.” El sabio había hecho el rol de
Casandra, personaje mitológico al que le dieron el don de la profecía,
condicionado a que nadie le creería… sino cuando todo estuviera destruido.
Se cumplió la gran
paradoja: mientras más altos ingresos petrolero, más pobreza. Casandra tenía
razón. Finalizó la fantasía petrolera. De boom en boom y de paquete en paquete.
Se revirtieron los logros
de mayor crecimiento del PIB en el mundo por cincuenta años. Se cayó el mito de
que éramos ricos y no poseedores de unos recursos que no supimos gerenciar para transformarlos en riqueza. La moneda dura,
las importaciones como base de la economía, la exacerbación del Estado y la
mala gerencia pública, contribuyeron al
agotamiento del modelo.
MESIANISMO
Y en lugar de perfeccionar
el modelo, Venezuela se fue tras un mesías que resultó un falso profeta. Un
Hugo Chávez que emergió con un cruento golpe, y – otro error- los venezolanos
lo vieron como un inocente muchacho equivocado.
Con Chávez y los
gigantescos precios petroleros por más de diez años, vivimos otro Efecto
Venezuela. Ahora con el agregado del
afán de destruir el país para comerte mejor, el modelo de la Cuba comunista.
AVE
FENIX
El país es escombro y no
queda otra que imitar al ave mitológica y resucitar de las cenizas. Pero no es
gratis, primero hay que preguntarse si aprendimos algo. Si hay Lecciones
Aprendidas. Si estamos dispuestos a no repetir los errores del pasado. Si hemos
cambiado. De lo contrario, superaremos esta fatídica “revolución” y se
aparecerá otro Chávez pero más “más aprendido” en pocos años.
Las lecciones aprendidas se
deben reflejar en nuevos paradigmas: Menos Estado y más empresa privada, para
revertir el petroestado. Cero marginalidad, como una meta de sobrevivencia. Ser
rico es maravilloso… si se cumple con la Ley. Respeto a la diferencia, a las
elecciones limpias y alternabilidad como base de la democracia. Solidaridad y
conciencia colectiva como base de la interacción. Adoración al esfuerzo, al
trabajo y al conocimiento. Cambio de Mesías por liderazgos. Ah! y dejar la
bobera de irse del primer seudo líder lleno de palabras bonitas.
Nada nuevo bajo el sol. Las
mismas lecciones aprendidas de todas las sociedades exitosas. Imitemos a la
Europa de posguerra, que convirtió su catástrofe en un continente de
solidaridad y calidad de vida.
Sería un gran legado.
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