EL EXCREMENTO DEL DIABLO


Rafael Gallegos    Blog núm. 377


Pérez Alfonzo hizo famosa una de las denominaciones que le daban los indígenas al petróleo: excremento del diablo. Y agregó que los venezolanos nos hundiríamos en él. Lamentablemente su frase ha resultado profética. Ha podido ser de otra manera. Hemos podido convertir a Venezuela en un próspero país latinoamericano. La renta petrolera nos dio esa oportunidad. ¿Por qué hemos llegado a este estado de disolución nacional?

No basta echarle la culpa a esta “revolución”, que bastante tiene. Hay que ir al fondo y observar lo que hemos hecho de la  renta petrolera en estos cien años largos, que fue la envidia de muchos países por décadas. Hay que ver lo que significa habernos convertido en el cuarto ingreso percapita del mundo. Y desde los años treinta hasta los ochenta-  cincuenta años -  en el país con el PIB de más alto crecimiento en el planeta.

Como consecuencia de ello el país dejó de ser aquella apartada y pobretona provincia. Revolución educativa, buenos indicadores alimentarios, infraestructura, crecimiento de ciudades… democracia.

En 1973, por efecto de la guerra del  Yom Kipur, se incrementaron cuánticamente los precios del petróleo y por ende los ingresos del fisco. El último presupuesto de Caldera I fue de 14.000 millones de bolívares. Y el primero de Carlos Andrés Pérez I de 42.000 millones. Y paradójicamente, en medio de esta abundancia… comenzó la decadencia.

Se generaron las tribus “tabarato” con su grito de guerra dame dos. Los venezolanos recorríamos el mundo, prepotentes, con dólares abundantes como si fuéramos suecos o alemanes, cuando nuestra improductividad era equivalente a la de cualquier atrasado país del tercer mundo. Nos convertimos en los grandes consumidores- importadores de la comarca a punta de renta petrolera. Comenzaron a aflojarse los resortes morales y buena parte de la juventud más capaz, dejó la política en las manos menos preparadas. 

Los excedentes se utilizaron en grandes proyectos como el Mariscal de Ayacucho o en los Planes de Sidor. Se realizó la exitosa nacionalización del petróleo. Sin embargo, a lo Marx, el sistema engendraba en su seno el germen de su propia destrucción.

Comenzaba a cumplirse otra profecía de Pérez Alfonzo, el Efecto Venezuela, que se puede resumir como: el exceso de ingresos por encima de lo que podemos consumir nos  hará equivalentes a un indigente que se gane el premio gordo de la lotería, comience a comer siete veces al día y se descompense. Venezuela será un país descompensado y eso se conocerá como el Efecto Venezuela.

¿QUÉ PASÓ?

No supimos utilizar la abundancia para construir una prosperidad sustentable. La renta engrosó el gasto público, se mantuvo una moneda dura que hacía mejor negocio importar que producir; y el exceso de abundancia formó el petroestado, que ponía en manos del Ejecutivo la disponibilidad financiera para hacer y deshacer al país. Crecieron la corrupción, la marginalidad y la pobreza. Los liderazgos tradicionales impidieron  emerger a los nuevos como Álvarez Paz, Eduardo Fernández, Claudio Fermín, Andrés Velásquez, el mismo Petkoff. Quienes seguramente hubieran adelantado los necesarios cambios, en democracia. 

Venezuela dejó de creer en la perfectibilidad de la democracia. Pedía a gritos un militar “para que acabar con la inseguridad y la corrupción”. En esas llegó el comandante y mandó a parar… la democracia y el país.

DILEMA DE HOY: SOLUCIÓN O DISOLUCIÓN

La “revolución” chavista convirtió a la renta petrolera en catalizador de la destrucción.  Se comieron la gallina de los huevos de oro. Acabaron con  Pdvsa y con el país. Estoy seguro apreciado  lector  que usted palpa, siente y sufre esta destrucción. Por lo que no  voy a echar cuentos al que sabe historia.

La destrucción es tan basta, que el nuevo dilema de Venezuela es: Solución o Disolución.
Si continúa la “revolución”, proyecte: Pdvsa dejará de exportar, el 20 % de empresas existentes respecto a hace 20 años seguirá disminuyendo, la hiperinflación llegará a infinito, el hambre y la marginalidad idem… Disolución.

Para evitar esto el gobierno debe dejar de apagar este incendio con gasolina. Aunque usted no lo crea: debe brincar la talanquera. Y eso… lo sabemos utópico.

Pero las sociedades  no se suicidan. En los momentos más críticos surgen los nuevos liderazgos. Revise las historias. Los cisnes negros son más comunes de lo que creemos.

Soluciones al borde de la disolución ha habido. Europa, o el Japón de  post guerra, (que estaban peor que nosotros), entre otros. Ellos cambiaron las excusas y los odiecitos por Unión Visión, Liderazgo, Estrategia y Gerencia. Si ellos pudieron salir del atolladero… nosotros también.

Basta de quejarse o de deprimirse, Venezuela se disuelve. Tenemos el deber  de  dejar de ser un limosnero sentado en un barril. Todavía hay tiempo de convertir al petróleo en una bendición de Dios.

Organícese, exija Unidad, conviértase en protagonista del cambio. Sin excusas.

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