HUMILLACIÓN


Rafael Gallegos    Blog núm. 366

Humillación es la sensación que experimentan las personas al ser degradadas en su orgullo y en su honor. Una forma de desprecio que constituye una Política en los gobiernos autoritarios, a objeto de dominar a los ciudadanos mediante vejaciones que dobleguen su dignidad, disminuyan su autoestima y les hagan creer que el régimen que los agobia, es invencible.  

Hitler humillaba a los judíos al obligarlos, a partir de los seis años de edad,  a identificarse con un brazalete en forma de estrella de David. Rafael Leonidas Trujillo humillaba a su Fuerza Armada cuando hasta los generalotes llenos de condecoraciones se le cuadraban a su hijo Ramfis, quien a los cuatro años era nada menos que coronel del Ejército Dominicano.

Cipriano Castro humilló a los banqueros cuando estos no quisieron renovarle un préstamo y los encarceló para que “recordaran” donde habían escondido las morocotas. Luego los hizo desfilar harapientos y encadenados por las calles de Caracas bajo escupitajos y mentadas de madre del “pueblo”. Nada es más inolvidable que una humillación. Esos mismos banqueros promovieron la Revolución Libertadora, que no pudo derrocar a Castro; pero lo acabó políticamente y le marcó su decadencia que a la larga lo sacaría del poder. 

El cabo de presos Nereo Pacheco humillaba a los encarcelados de La Rotunda al vejarlos y torturarlos. Luego se reunía con el dictador Gómez y le contaba cómo mandó a un paralítico a volar como los pájaros, o cómo se “había miado pa´rriba” cualquier presidiario al guindarlo por los testículos. Y Gómez y que le decía ajá y cómo le parece.

Marcos Pérez Jiménez, culminaba la fastuosa Semana de la Patria los días 5 de Julio, obligando a los empleados públicos a desfilar en liquiliqui y con sombrerito blanco, bajo amenazas y coerción. Quien no asistiera  era botado de su cargo, acusado de traidor a la patria (¿les suena?) y hasta podía ser castigado en la tenebrosa Seguridad Nacional.

 La misma humillación ocurre hoy con  empleados públicos cuando los obligan a marchar (hacer bulto) con camisa roja en los desfiles gubernamentales que se le ocurran al gobierno.  

Y ahora… el Carnet de la Patria. El mismo documento de cuyo número se jactan los personeros del gobierno para decir que el pueblo y que los apoya, o para burlarse diciendo que los opositores que lo han sacado,  duermen con ese carnet “en su corazoncito”. Para remate, el documento muestra en su reverso una insólita figura de Chávez y el Libertador. Como si de verdad los “revolucionarios” creyeran que tamaño personaje pudiera ser el Libertador del siglo XXI.

Se trata del mismo plástico que los “simpatizantes del proceso” mostraban en los cuestionados puntos rojos en las  últimas elecciones. Llegaron a al extremo de ofrecer un  bono a los que fueran a votar y lo mostraran, porque “dando y dando”, como si los recursos de la nación fueran del gobierno.  

Ahora sigue el “dando y dando”: me das tu dignidad sacándote el carnet de la patria y yo te doy gasolina o hasta algún bono de La Independencia, del Día de Las Madres o de la Fecha Patria 4 de Febrero. Quieren obligar a los propietarios de vehículos  a pasar bajo unas horcas caudinas para disponer de gasolina subsidiada.

También es humillación las gigantescas colas madrugadoras de los viejos para recibir efectivo, o la insólita acusación presidencial de que cometen el delito de vender los billetes. O el retraso en la entrega de los pasaportes. O la suspensión del pasaporte de Bocaranda. Pura humillación, igual que la de los padres que  le esquivan la mirada a los hijos al no poderles ofrecer comida. O la que aplican a los familiares de Juan Requesens al no permitirles verlo. Humillación… una política “revolucionaria”.

QUIÉN A HIERRO MATA…

El cadáver del humillador Hitler terminó tirado en el piso en medio de un sangrero. Un militar ruso al verlo comentó: ¿Y ese pedacito de hombre era Hitler? Muchos de sus copartidarios la pagaron en Nuremberg y otros duraron décadas aterrados escondiéndose hasta debajo de las piedras.

Cipriano Castro terminó sus días en Puerto Rico, solitario y rechazado por sus otrora incondicionales.

Nereo Pacheco murió solitario en un hospital, su única visita era uno de sus torturados quien - ironía de ironías-   le pagó la urna que de paso hubo de ser cambiada porque le quedó pequeña. Como si hasta la madre tierra rechazara al torturador.

Pérez Jiménez fue extraditado a Venezuela por los “panas” de los Estados Unidos, que lo habían condecorado dos años antes de su derrocamiento. Fue juzgado y apresado en las cárceles de las que era el “hombre fuerte”.

Casi todos los humilladores terminan rechazados, despreciados por los pueblos que los adularon y como tenebrosas sombras en la historia.  Es que quien a hierro mata no puede morir a sombrerazos. La historia se repite, se repite, se repite… hasta que se aprenda.

Pilas y guáramo siguen siendo nuestras primeras necesidades.

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