ROJAS NAVIDADES
Rafael
Gallegos Blog núm. 329
Los gobiernos totalitarios
se caracterizan por un profundo irrespeto al ciudadano. Lógico, ellos no pueden
respetar lo que consideran que no existe. Como diría Cantinflas, ellos a los
ciudadanos… ni los ignoran. Para los comunistas no hay ciudadanos sino una
confusa masa que denominan pueblo, miles de fichas que mueven a su antojo para
el logro de su permanencia infinita en el poder.
Por ello hacen lo posible
por acabar con nuestros festejos, como la Navidad, tal vez el más arraigado. En
los albores de la revolución cubana, lo intentaron de un solo golpe cuando trasladaron las navidades de diciembre para
julio, con la excusa de que diciembre era mes de zafra y que no podían
distraerse en fiestas.
En Venezuela, esta
“revolución” de la rana hervida acaba con la Navidad de otra manera, sin
necesidad de mover el cumpleaños de Jesús. ¡Qué grandes son! Sin decretos (a punta de hiperinflación), han
acabado con los viajes en autobús o en avión para estar en familia, con
las hayacas, con los regalos del Niño
Jesús, con los amigos secretos, con la champaña de las doce de la noche, con
las almendras, las pasas, el guisqui y hasta con el ron. Y peor, han acabado
con el futuro de nuestros niños más humildes. Aterra esta hambruna petrolera
donde uno de cada seis niños padece de desnutrición severa. Regalo del Nicolás
Rojo a los niños venezolanos, panchitos mandefuás que ni siquiera tendrán el
privilegio de cenar el 24 con el Niño
Jesús.
Lo que les falta es que
debido a la inseguridad provocada por esta guerra económica tutorada por el
imperio norteamericano y sus lacayos, nos propongan que nos demos el abrazo de
Año Nuevo el 31 de diciembre… a las tres de la tarde. Total, ese ya no es el
día más importante del año, sino el 4 de
febrero, el 28 de julio, o quizás el 5 de marzo.
Estas Rojas Navidades se
caracterizan por el abrazo cibernético. Padres e hijos a miles de kilómetros de
distancia. Cada uno rumiando su soledad y la nostalgia de su querencia. España,
Estados Unidos, Chile, Panamá, Australia… paremos de contar. Millones de
venezolanos regados por el mundo porque Chávez siguiendo órdenes de Fidel
Castro, inició la destrucción estratégica al ritmo de exprópiese, el método
chaaz, ser rico es malo, si yo tengo hambre robo, empresa cerrada empresa
tomada, la meritocracia ha acabado con Pdvsa, etc.
Jóvenes que con profundo
dolor han salido a buscar en otras tierras lo que les ha robado la
“revolución”: el derecho a hacer su vida en su país, uno de los de más
potencial en el mundo. Hombres y mujeres que como los europeos de la posguerra
se vieron obligados a explorar otros derroteros, con la diferencia elemental
que aquellos lo hicieron por una guerra de verdad - verdad y no esta inventada
y ridícula guerra económica, que algún día podría tener consecuencias en La
Haya.
Pero los abrazos, como los
llaneros, son del tamaño de las circunstancias. Y los venezolanos, a pesar de
tanto rojismo, nos daremos en Navidad un apretón gigantesco que transportará el
acelerado palpitar de nuestros corazones hasta todos los rincones de la tierra.
Los rojos, a pesar de todo,
no podrán evitar que los venezolanos vibremos con el Espíritu de la Navidad, ni
que vivamos en la esperanza de un mundo libre.
Sabemos que las distancias
son físicas y que la computadora no sustituye el calor de un abrazo; pero que
nada es más fuerte que la unión espiritual y la esperanza de estar juntos el
año que viene al superar esta escabrosa
realidad. La esperanza de que pronto podamos
revertir los motivos de las lágrimas, cuando en Maiquetía aturdidos por el
ruido de los aviones cargados de toneladas de venezolanos, abracemos a nuestra
gente en su vuelta la patria por la emblemática policromía de Cruz Diez.
Ya está bueno de aguantar
la destrucción de esta marabunta roja. Somos más y tenemos razón, ¿y entonces?,
¿qué pasa? Tenemos derecho a rehacer a Venezuela, a nuestras vidas.
Pidámosle al Niño Jesús la
fuerza para luchar por nuestro futuro democrático y para que ilumine al
liderazgo opositor, a objeto que no siga botando la bola con la desunión. Pero
pidamos haciendo, minimizando nuestro rol de espectadores o de opinadores del
teclado. No esperemos milagros, organicémonos y exijamos una sola voz.
Por lo pronto los mejores
deseos por una maravillosa Navidad donde crezcamos hasta el tamaño de las
circunstancias, y un año 2018 lleno de cambios que nos conduzcan a la
democracia, a la liberación de presos políticos, a la superación del hambre y
las muertes absurdas por violencia o falta de tratamiento médico. Nos lo
merecemos.
Hasta el 9 de enero, Dios
Mediante.
PD: Nacionalización
de la refinería cubana por deudas. Venezuela no cubrió a satisfacción el
intercambio de petróleo por espías. Y eso sucedió durante una visita del
presidente venezolano. ¿Lacayismo leninismo?
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