LA COTIDIANIDAD DESPLOMADA
Rafael Gallegos Blog núm. 275
Las absurdas medidas
políticas y económicas de la
“revolución” ya llegaron al estómago de los venezolanos. La propaganda basada
en Goebbels, los comunistas soviéticos y en sus alumnos más recientes Fidel y
Raúl Castro, ya no hace efecto. La publicidad oficial es infinitamente más pequeña
que el hambre cotidiana.
Chávez cantando el Himno
Nacional todos los días a las seis de la
mañana y a las doce de la noche por los canales oficiales, no logra rescatar la
nostalgia por los comienzos de la”revolución”. Maduro bailando salsa al son de
orquestas internacionales, tampoco demuestra la
alegría del “hombre nuevo”, si
acaso parece que estuviera burlándose del “hambre nueva” que ha provocado esta “revolución”.
Mientras el venezolano sacrifica su comida en pro de sus hijos, el presidente los invita a una
fiesta en cadena nacional… magnífica representación de la frase poética del
gran Andrés Eloy Blanco: el niño pobre ante el juguete caro.
Ninguna propaganda puede superar la desesperación
por la nevera vacía, la incertidumbre de no saber qué comer mañana, el
desencanto de engañar a los hijos con teteros aguados, la heroica vergüenza de
los padres dejando de comer para que los hijos puedan alimentarse, el
sacrificio de madrugar en una cola para
comprar si acaso dos paquetes de pasta o de harina precocida, el retroceso
histórico de las mujeres al tener que usar paños para sustituir las toallas
sanitarias, la desesperación de no conseguir medicinas para tratamientos
crónicos, el macabro abrazo de la muerte en hospitales sin insumos. Y pensar
que esto sucede en el país “con las mayores reservas petroleras del mundo”. “Se
acabó la Renta”, nos dicen, lo que no explican es que la utilizaron para arruinar
a Venezuela.
Los venezolanos leíamos en
la prensa de los setenta, ochenta o noventa,
que Argentina, Uruguay, Brasil, Bolivia, o Perú entre otros países
latinoamericanos sufrían miles por ciento de inflación. Pobrecitos, decíamos al
unísono. Hoy, los “pobrecitos” somos nosotros, la única nación con esta
tragedia inflacionaria. El día a día nos ha enseñado que la hiperinflación es
más que alza de precios: es el desplome de la cotidianidad. Inflación es no
saber si comeremos mañana, es la certidumbre de la desnutrición de nuestros
hijos, es concentrar todo nuestro esfuerzo en conseguir alimentos, por encima
de los demás gastos que por imperativo
del bolsillo y de la sobrevivencia, pasan a un segundo, e inexistente plano.
Con qué propaganda puede el
gobierno convencer a su “pueblo” que la “revolución” vale la pena cuando un huevo
de gallina cuesta medio día de sueldo mínimo (Bs. 27.000 mensuales), un perro
caliente, una empanada, un litro de leche, un solitario pan sobado, o una
lechosa valen un día de salario básico; una hamburguesa dos días, un kilo de
comida para perros tres días ( quién pudiera comer perrarina), un kilo de carne cuatro días y el cine, ni les
cuento… y no tomamos como base el cesta
ticket, porque no se los dan a los adultos mayores que son más de tres millones
y también comen. Según las cifras de canasta básica, los venezolanos sueldo
mínimo para comer bien deberían trabajar por lo menos diez meses al mes, o sea…
Y ahora el dólar disparado.
Si la inflación este año superó el 700 %, para el 2017 podrá duplicarse o
triplicarse. Aunque usted no lo crea, el
año que sentiremos nostalgia por este
terrible 2106 y diremos que por lo menos hacíamos colas y las cosas costaban
dos y tres mil bolívares. A este paso de vencedores, un pasaje de autobús llegará a mil bolívares
y una empanada requerirá un préstamo hipotecario.
Y el gobierno se empeña en
justificar este modelo socialista que como todos los que en el mundo han sido,
desde Lenin, Mao, Fidel, Allende, Velasco Alvarado, Chávez o Maduro, solo han
traído penurias. Todos esos regímenes a pesar de las diferencias de estilo, han
tenido los mismos procedimientos y claro, los mismos resultados. Control de
divisas, de precios, expropiaciones, estatizaciones, control y que obrero,
conculcación de libertades y al final… el pueblo hambriento en el nombre del
pueblo.
Hoy los venezolanos estamos
probando en carne propia como el socialismo se convierte en desesperación. La
“revolución” llegó al estómago del pueblo, que encarecidamente les pide que se
vayan.
Qué vergüenza, la primera
hambruna petrolera de la historia.
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