LA REVOLUCIÓN NO TIENE QUIEN LE ESCRIBA
Rafael
Gallegos Blog núm. 204
Al escritor venezolano Arturo Uslar Pietri cuando ya rondaba los 90
años, le preguntaron qué era lo más significativo de la vejez. Comenzó hablando
de la pérdida de facultades. Dijo que dejó de escribir la columna que mantenía
todos los domingos en El Nacional, “Pizarrón”, porque inicialmente se le
confundían las letras en el teclado, por lo que decidió grabar el artículo para
que se lo transcribiera la secretaria… hasta que decidió suspender la columna
cuando le era difícil coordinar ideas con la gran calidad a que estaba
acostumbrado.
Sin embargo, lo peor de la vejez- apuntó el
gran escritor - es que uno se va quedando solo. Recordó que casi todos sus amigos se habían muerto.
De Uslar Pietri, al igual que con otros
hombres significativos, es imperativo recordar su obra para evitar que las próximas generaciones
crean que Uslar es simplemente una avenida, un parque o un liceo que lleve su nombre. En su caso,
entre su vasta y extraordinaria obra, destaca una que tiene mucha actualidad:
“Las lanzas coloradas”. El personaje principal de esa novela, Presentación
Campos, es un monumento literario al resentimiento. Ese sentimiento tan alimentado
desde el poder en los días que vivimos y que consiste en echarle la culpa a los
demás de nuestros fracasos y odiarlo para toda la vida.
Esta “revolución” ha sido prolija en
ejemplos. Somos pobres por culpa de los ricos,
somos atrasados por culpa del imperio, no hay comida en los mercados por
culpa de los pelucones, los ríos se desbordan por culpa del capitalismo, los
problemas crónicos que la “revolución” no sólo no ha resuelto sino que se han
agravado, son culpa de la cuarta república. Y entonces en nuestro resentimiento
odiamos a los ricos, al imperio, a los pelucones, al capitalismo, a los
políticos de la cuarta.
Esta “revolución”, que por su nivel de
destrucción nacional, resentimiento y quiebra de valores democráticos, se
parece más a Boves que a Bolívar, a sus 16 años, ya no tiene nada bueno que
ofrecer y transita la soledad de la vejez, que nos planteaba el gran Uslar
Pietri.
En su infancia, el proceso significó para muchos la esperanza nacional. ¿Recuerdan
a Chávez hablando de las “cúpulas podridas”? Luego el proceso fue un joven
promisor, para tanto ingenuo, y ganaba elección tras elección. Pero en lugar de
sembrar el petróleo, imitando la frase del Maestro Uslar, lo que sembraron fue resentimiento:
oligarcas temblad, ser rico es malo, exprópiese, abajo la meritocracia, Y en
cuanto a su madurez, la “revolución”, jamás la tuvo, no estaba en su ADN. Pasó,
como esos seres humanos que jamás se convierten en adultos responsables, de niño a viejo.
Hoy, el proceso de apenas diez y seis años,
está viejo y de paso…. limpio. Los países panas que antes estiraban los labios
y la mano para reír sus chistes y recibir las dádivas, le dicen cual damisela
que se casó por amor… al dinero. Chao.
La
“revolución” está sola. Los países del Caribe, ayer tan reilones, hoy casi que
lo regañan y se cuadran de frente con Guyana. Colombia y hasta Surinam, protestan
enérgicamente por el decreto 1786 y obligan a sustituirlo. De los parlamentos
europeo, brasileño, chileno, español y
paremos de contar, les envían rutinariamente condenas a la “revolución”. Los
chinos se hacen los locos con las solicitudes de préstamos y aplican la máxima
de “si no hay leal, no hay lopa”. Tal vez por ello una oportuna otitis impide
al presidente conversar con el Papa, a quien por cierto, nadie le echa cuentos,
porque es latinoamericano.
Y si fueran nada más otros países los que
abandonan este Titanicolas. No, hay que agregar al pueblo ya alejado del
gobierno. Sí, la misma gente que ayer aplaudía a la “revolución” hasta el
delirio y hoy coloca al unísono, el pulgar hacia abajo. Ya ésta desfachatez no
tiene pueblo. Ellos lo saben, las encuestas se lo confirman: 70 a 30 para las
parlamentarias.
Ni las maromas con las elecciones primarias
del PSUV, como dejar abiertos hasta la noche los centros electorales, o las
amenazas de revisar quien votó y quien no votó, o de revisar la tinta azul en
el meñique en las oficinas públicas, taparon la escasez que les duele más que
la escasez de leche, café, papel higiénico y paremos de contar: la escasez de
pueblo. Cará, ni que los venezolanos fuéramos masoquistas. Por cierto, ¿dónde
están las tomas de la multitud patriótica que fue a votar en las primarias del
PSUV?
La
“revolución”, quién lo duda, está más sola que la una. Como el coronel del
inmortal Gabo, no tiene quien le escriba. Seguramente a los oficialistas les
provoca, ante este panorama, expresar la palabra con que García Márquez termina
esa novela…
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