POBRE CUM LAUDE
Rafael Gallegos Blog. Núm. 199
“Ser rico es malo” es una de las frases más
dañinas que ha pronunciado la “revolución”.
En esa línea lo maravilloso sería ser pobre. Es decir, tener
la nevera vacía, cuando se tiene nevera; o llegar hasta tercer grado de
educación primaria; o dormir tirado en un colchón, hacinado con seis personas
más en un cuarto; o no tener sanitario ni agua potable; o estar aterrado con los aguaceros porque se
cae la vivienda.
Claro, ser rico es
malo… pero para los desenchufados, porque para la nomenklatura, nada que ver. Lo
de ellos es obtener dólares a seis treinta para revenderlos a
cuatrocientos, lograr comisiones para depositarlas en Andorra, visitar a Mickey
Mouse todos los años sin la preocupación de que las tarjetas de crédito se “tranquen”
en los cajeros, beber güisqui 18 años o tener varios guardaespaldas que los
protejan de tanto malandraje.
Y pensar que esa
vida la hacen en el nombre de los pobres
y hasta en el nombre de Jesucristo. Y si apareciera Cristo para reclamarles, le
dirían como en “Los Hermanos Karamazov”: mire Jesús, es mejor que se calle
porque si no vamos a tener que crucificar a Cristo, en el nombre de Cristo.
La “revolución” ha
incrementado la pobreza mientras se rasga las vestiduras en el nombre de los
pobres. “Con hambre y sin empleo con Chávez me resteo”, tuvieron el valor de
plantearle al bravo y cada vez más hambriento pueblo.
Usan a la pobreza
como bandera y la exaltan. Algo tan absurdo como si un médico exaltara a
la tuberculosis, o los infartos, o a los
enfermos. O los abogados, las injusticias. O los ingenieros, los ranchos y las
calles rotas.
Dicen atacar la pobreza y apenas utilizan políticas
sociales aisladas, mientras por otra parte acaban con el país. Invaden
haciendas, expropian industrias, vejan a
los empresarios, pulverizan las industrias petroleras, de hierro y de aluminio, así como las libertades
y las instituciones, apresan a los disidentes y controlan hasta el modo de caminar. Al final
los pobres se convierten en víctimas de
la inflación, escasez, desempleo y
violencia.
Si quisieran el despegue
de Venezuela, estimularían el desarrollo agroindustrial y promoverían el cambio
de la estructura productiva basado en innovaciones y tecnologías, como la
manera de generar mayor valor agregado,
productividad y por ende, calidad de vida sustentable para los
venezolanos.
Y ahora, para
entrar en la universidad, vale más ser pobre cum laude (o enchufado cum
laude), que suma cum laude. Abajo la meritocracia, perecen gritar. Les estorba
el talento porque no les interesan
médicos, técnicos, ingenieros o periodistas de calidad y demócratas. Total ni
hay buenos hospitales, ni fábricas, ni prensa libre.
En lugar de
procurar estrategias de Estado para ayudar a los pobres a superarse, no por demagogia sino mediante estudios de primera y trabajos
productivos, los utilizan como soporte
del desiderátum de la “revolución”: permanecer para toda la vida en el poder.
Hoy hay más pobreza
que 1997. ¿Entonces? Tanto nadar para ahogarse en la orilla de la playa.
Pero no crean que
estos “revolucionarios” se han equivocado. No, ellos van muy bien. De acuerdo a
sus planes. Se trata de una destrucción estratégica, como la cubana. Para
comerte mejor, como dijo el lobo feroz a la caperucita.
Pero ya emergen liderazgos
indetenibles impregnados de pueblo, como los de María Corina, Leopoldo,
Ledezma, Capriles y otros más que ya se asoman.
Las encuestas
muestran que la “revolución” tiene el sol en la espalda. Y el astro rey... no
se devuelve. Las contundentes concentraciones del sábado 30 de mayo en casi 40
ciudades de Venezuela y muchas del extranjero, sin publicidad, sin las televisoras
“hegemónicas” o las timoratas, con la poca prensa valiente que nos queda,
indican que el pueblo, ya dijo basta.
Los pobres se
cansaron de tanto engaño.
Ahora corresponde
la Unidad Nacional, más allá de la unidad de la oposición. Como la del Pacto de
Punto Fijo, que devino en la república civil, capaz de superar la
intentona de asesinato de Betancourt, los embates del Barcelonazo, el
Carupanazo, el Porteñazo, las guerrillas. Se impuso la democracia, con todos
sus superables defectos, hasta que… llego un comandante y mandó a parar.
Estamos en la hora
de jugárnosla sin miedo por la democracia, por la libertad. Ahora las
parlamentarias, ¿será verdad que el pánico a una derrota segura les aconseja
diferirlas indefinida e inconstitucionalmente?
Nuestras armas son
la unidad, la organización y el voto. Ah! y la voluntad irreversible de los
venezolanos de implantar una Venezuela libre y próspera.
Para superar la
pobreza, hay que enriquecer los criterios. Venezuela va tras un liderazgo con
Visión de país, sin mesías y sin demagogos.
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