SHAKESPEARE IN LOVE_NEZUELA
Rafael
Gallegos Blog. Núm. 173
“La vida es un escenario y todos somos los
actores”, dijo el dramaturgo William
Shakespeare. Esta “revolución”, tan chespiriana ella - y lo digo en
serio- tiene, un alto contenido teatral. La verdad es que ni siquiera al
mismísimo Shakespeare se le hubiera ocurrido esa propuesta de pacto de sangre que
le ha ofrecido Maduro a “su pueblo”, a
objeto de profundizar la “revolución”, léase socialismo y reléase inflación,
escasez, inseguridad, desempleo, represión y hambre.
Pactos de sangre, recuerdo de la infancia, cuando
nos puyábamos el índice con una aguja y luego chocábamos las cortadas haciendo
un juramento como “hermano de sangre”, o prometiendo solemnemente que quien
muriera primero, desde ultratumba le pellizcaría los pies al otro. Cosas de muchachos. Pero jamás
se me ocurrió, y creo que a Shakespeare tampoco, ese pacto entre personas mayores y menos que
menos… entre gobernantes y gobernados. Habrase visto.
Muy diferente a los pactos con el diablo, esos sí se
realizaban, o realizan, con protagonistas adultos. La literatura los ha recreado ampliamente. Por ejemplo, en
“Fausto”, “Piel de Zapa”, o en el famoso “Retrato de Dorian Gray”. También la
historia nos relata el pacto que hizo Eva con el diablo disfrazado de culebra, metiendo en tremendo paquete a la humanidad, por los siglos de los siglos.
Con este pacto de sangre, la “revolución”, dejó
atrás a Shakespeare. Tal vez algún día también le digan analfabeta, como a Vargas Llosa. Porque no se trata sólo de este
aspecto, sino de buena parte de su obra. Por ejemplo, en Romeo y Julieta, las
peleas entre los Capuleto y los Montesco, parecen de niños de pecho ante la
extrema polarización que ha provocado esta “revolución” en Venezuela. Familias
divididas, amistades perdidas, odios, exceso de caínes. Ojalá que si aparecieran
en Venezuela algún Romeo y alguna Julieta, pudieran encontrar caminos para el
amor nacional y claro, sin ese trágico final.
Si Shakespeare viviera en Venezuela, seguramente
hubiera descrito el drama de Rojito
Montesco y Azulito Capuleto, coloque usted cual sería varón y cual hembra, en
lugar de Romeo y Julieta.
En cuanto a Hamlet, seguramente el dramaturgo se
hubiera sorprendo al observarlo, pálido y casi que como un como un actor de
reparto, ante la teatralidad de esta “revolución”.
Su Hamlet, fue un personaje que vio el fantasma de
su padre, quien le explicó que su madre
lo había asesinado en complot con su tío, que era el nuevo Rey.
Algo huele podrido en Dinamarca, concluyó el gran autor.
¿Qué hubiera concluido si hubiera olido a Venezuela?
Queda la duda de si el sorprendido Shakespeare
hubiera utilizado pajaritos en lugar de fantasmas. Claro, no se le puede pedir
peras al olmo. El inglés no era Esopo, para crear fábulas.
Tal vez, enamorado de las posibilidades teatrales
de Venezuela (Shakespeare inlove_nezuela),
hubiera metido todos sus dramas en el
mismo saco.
Y su Hamlet declamaría “ser o ser” (chavista)
mientras recibía instrucciones de un ave. Y los actores harían más farsas que todos los personajes chespirianos
juntos.
Con su cara bien lavada y como si no rompieran un
plato, esos actores pregonarían que ser rico es malo mientras se enriquecían
groseramente… culparían a la oligarquía de la guerra económica mientras
“autosuicidaban” la economía venezolana… hablarían de justicia mientras
culpaban de cualquier cosa – sí y solo sí- a los enemigos del gobierno y
mientras, al mejor estilo franquista, mantenían toneladas de presos por
protestar … se jactarían de ganar veintipico de elecciones haciendo caso omiso del
gigantesco ventajismo electoral y al bracero del 4F, que con orgullo lució el
árbitro mayor… se rasgarían las camisas
en nombre de la libertad de expresión, mientras negaban papel periódico a los
que no comulgaran con ellos… hablarían de inclusión mientras le ordenaban a los
petroleros que tenían que ser dojos- dojitos.
Y a lo Lady Macbeth, forzarían profecías auto cumplidas para manipular los
destinos e implantar el socialismo - léase comunismo y reléase
totalitarismo- venezolano y
latinoamericano.
Y algún personaje hipnotizaría al pueblo con hambre
para que creyera comer, a las víctimas de la escasez para que se imaginaran en la abundancia, a los sin techo para que
firmaran – y lo dieran como palabra cierta – que antes de finalizar la obra (de
teatro), les dotarían con una vivienda. La propia comedia de las equivocaciones,
o mucho ruido y pocas nueces.
Pura utilería y pura pacotilla, y el pueblo,
sufriendo su realidad.
Se trataría de un Shakespeare enamorado (in loved) de
la extremada y dañina teatralidad de esta “revolución.”
Se solicita un Shakespeare, para que describa este
dramón nacional. Abstenerse los cuenteros de siempre.
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