RETAZOS DEL JOVEN GABO
Rafael
Gallegos Blog. Núm. 174
La vida de Gabriel García Márquez, para muchos el Cervantes
del siglo XX - aunque para otros, Cervantes fue el Gabo del siglo XVI – está
signada por los acontecimientos históricos de su tiempo. Leyendo y releyendo
biografías y autobiografías del Nobel, no aguantamos la tentación de contar
algunas anécdotas de la juventud, como si fueran retazos, de esa fascinante
vida.
Comenzaremos por decir que a Gabriel lo trajo al
mundo una comadrona venezolana. Sí,
la Sra. Juana de Freites, esposa de un coronel Marcos Freites, perseguido
político en Venezuela por el régimen del dictador Juan Vicente Gómez. Parece un
sino venezolano, hasta este siglo XXI, eso de persecuciones y exilios. Y claro,
no es extraño que algunos venezolanos vivan en Colombia, esperando que pasen
las inacabables tormentas autocráticas. Total, ambos países son hermanos de
padre, y limítrofes.
Ya en Aracataca había pasado su exilio el venezolano Manuel Vicente Romerogarcía, telegrafista, general, periodista y sobre
todo escritor de la célebre novela “Peonía”. Allí murió en 1917, huyendo del
dictador Gómez. Tenía 53 años y fungía, sin mucho éxito, como licorero y
agricultor.
Gabo fue
criado por sus abuelos. Curiosamente
igual a otro monstruo literario latinoamericano, Rubén Darío, criado por sus
tíos abuelos. Su madre dejó de vivir con él desde su año de vida, hasta
cumplidos los diez. Lo criaron los abuelos maternos Nicolás Márquez y
Tranquilina Iguarán Cotes. Su abuelo era coronel – como el tío abuelo de Rubén
Darío - y fue como su padre. Es tal vez
el personaje que más enriqueció su obra. Buscando oportunidades llegó a
Aracataca.
Allí pasó la vida y murió cuando el Gabo tenía
nueve años. Tal vez parte de ese abuelo fue el también coronel Aureliano
Buendía, que al igual que éste hacía pececitos de colores. Seguramente Nicolás
también fue el coronel que no tenía quien le escribiera, ya que como que el
coronel de la fábula, pasó la vida esperando inútilmente su pensión de guerra.
En “El amor en los tiempos del cólera” su abuelo estaba presente en Lorenzo Daza, el
suegro de Florentino Ariza. En la vida real, el coronel se negó a que su hija Luisa, madre del Gabo, se casara con Gabriel Eligio García, e hizo lo
imposible por retrasar esos amores contrariados. Por cierto, inútilmente, ya
que la boda sucedió por encima de los obstáculos y Doña Luisa tuvo once hijos.
Kafka le
abrió las puertas. Uno de sus
primeros relatos fue, estando en el liceo, acerca de una niña transformada en
mariposa. Alguien lo comparó con Kafka, su Metamorfosis. Sin embargo, él no lo
había leído. Cuando lo hizo, en una traducción de un escritor argentino llamado
Jorge Luís Borges; el Gabo y que se dijo: carajo, así es que yo quiero escribir. Kafka le abrió
el camino para aflorar todas esas ideas que como los duendecillos de la “Introducción
Sinfónica” de Becker, se amontonaban en las puertas de su cerebro, para salir al
mundo vestidos en forma de palabra.
Roosvelt y
El Cid Campeador. En 1945, siendo
un estudiante de bachillerato, pronunció un discurso referido al final de la
Guerra. Dijo que Roosvelt, tal como El
Cid, había ganado su última batalla después de muerto. Ya se vislumbraba en el
futuro Nobel, el atronador poderío de sus palabras.
Su madre
confiaba en el futuro escritor. Un día le dijo: dicen que si te lo propones, serás
un buen escritor. Y él le respondió que ya los grandes escritores no los
hacían. Sin embargo, su gran deseo, era ser el mejor del mundo. Y vaya que lo
logró.
Cuando cumplió 21 años, sus familiares le regalaron una máquina de escribir. La empeño para
beber aguardiente y jamás la pudo buscar, ya que la casa de empeño resultó
saqueada y quemada en el Bogotazo.
A Gaitán lo
mataron a una cuadra de la pensión donde
vivía García Márquez. Éste llegó al sitio luego que se habían llevado al
moribundo. Encontró a un amigo en el zaperoco, quien sabía que Gabriel no era fan del líder asesinado, porque estaba
mucho más a la izquierda políticamente. Le dijo, qué haces aquí si tú no eras devoto
de Gaitán.
-
Qué quieres que
haga, si quemaron mi pensión y perdí mis relatos.
Las malas lenguas dicen que el Gabo en los saqueos,
se “encontró” un maletín de piel bellísimo y muy fino…
Más de una vez durmió en fríos parques. En
Barranquilla vivió en un burdel. Se hizo amigo de las niñas. Les hacía cartas,
les cantaba, compartía desayunos. Pura sobrevivencia.
Su vida fue un Realismo Mágico, como su obra. Por
cierto, ese término lo acuñó el gran escritor venezolano Arturo Uslar Pietri.
Ya en la temprana cincuentena, le otorgaron al Gabo
el merecidísimo Premio Nobel. Le dijeron
que “Cien años de soledad”, era tan
extraordinaria, que por sí sola, bastaba para otorgarle tamaño premio.
Gloria al Gabo.
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