TITANIC- OLAS, LA PENÚLTIMA VERSIÓN
Rafael
Gallegos Blog. Núm. 147
Año 14. Gigantesco, el Titanic-olas navegaba imponente
y retador, venciendo el viento, los rayos, las tormentas. Los tiburones, tan
fieros con los hambrientos balseros que arriesgaban sus vidas en el Mar de La
Felicidad para huir del maltrato de Zeus Tropical, se atemorizaban ante la nave.
Distinto a cuando en su rol de come - balseros, merodeaban las balsas en que los esclavos del
régimen de Zeus, desesperados, trataban de huir de la represión policial, la
hegemonía grammica, y el hambre ocasionada por una escuálida tarjeta de
racionamiento y por los sueldos más bajos del mundo.
Ni Dios podrá hundirlo, retaban los bocones de
siempre al referirse al Titanic-olas. Y se lo creían. La verdad era que jamás un
barco de tales dimensiones había surcado el Mar de La Felicidad. Era su primer
viaje.
El capitán, era un recién ascendido. Ilegalmente.
-
Acelera, acelera–
le decían le decían los diseñadores.
Obedeció la orden, sin importarle que pudiera
fundirse el motor.
Total, el
barco no era de él, aun cuando no hacía sino soñarse dueño de la embarcación,
cuando desde el puente, contemplaba el infinito mar.
Había pasajeros de primera clase y pasajeros de
tercera clase. No recuerdo si de segunda. A los de primera clase también les
decían enchufados.
Los de tercera, medio comían y su mayor
entretenimiento era oír las escandalosas fiestas llenas de champaña y 18 años
donde los enchufados, curiosamente hacían sus brindis por los de tercera. Y, aunque usted no lo
crea, a ellos dedicaban sus farras.
En tercera clase vivían apiñados y comían lo que
había, que era cada vez menos. No había arepas, ni empanadas, ni bollitos, porque no había harina pan. No tenían
aceite pero tampoco qué freír. Además,
algunas cocinas estaban paradas por falta de repuestos. Al escasear el
desodorante, el papel higiénico y el jabón de olor… sin comentarios.
Para qué leche, si todos se marean con el vaivén
del barco - les decían cínicamente los representantes de los enchufados, llamados
ministros, que para calmar los ánimos, se apersonaban en tercera, de vez en
cuando y con el pañuelo en la nariz.
Ante la escasez y los crecientes reclamos, a uno de
los ministros se le ocurrió la histórica
frase:
-
No tenemos comida… pero tenemos barco.
Y los mareados por el hambre y el oleaje,
aplaudieron. Y gritaban en sonsonete: barco, barco, barco.
-
Pero tenemos
barco.
Los más jóvenes de la tercera clase y aunque usted
no lo crea, algunos de los muchachos hijos de los enchufados de primera,
comenzaron a protestar. Enviaban un curioso mensaje a los otros barcos: SOS,
SOS, SOS, SOS, SOS.
Al comienzo los telegrafistas de la embarcación no
le hicieron caso a los mensajes. Creían que se trataba de felicitaciones por el
portentoso barco que, ya era vox populi,
ni Dios podría hundir. Además tomaban sus copitas encapillados, celebrando el
viaje inaugural. Al repetirse tanto el mismo mensaje, lo reconocieron.
Lo llevaron, prestos, al jefe del Titanic-olas,
quien dijo: debe ser que nos están diciendo sos muy bueno, sos maravilloso, sos
un gran timonel.
Y hasta se creyó Mao.
Noooo jefe, eso quiere decir auxilio, ayuda.
-
¿Ayuda de qué?
-
No sé jefe; pero
detectamos que el mensaje se envía desde el Titanic-olas.
-
¿Desde aquí mismo?
-
Sí, desde la
tercera clase.
-
Roguezpierre !!
-
A su orden jefe.
-
Chequee estas
guarimbas telegráficas.
-
Ok jefe.
Y comenzaron a capturar muchachos de la tercera.
Los encerraban con los marineros más dañados, presos por asesinato, droga, robo…
Los deslenguados decían que los jóvenes que estaban
desaparecidos, era porque se los lanzaban a los tiburones.
Le echaban la culpa de tanto desorden a un tal
Horacio Nelson. Por aquello de ser un Almirante del Imperio.
VERSIONES
UNO Y DOS… ¿SE HUNDIÓ LA EMBARCACIÓN?
VERSIÓN
UNO: Pum, sonó un ruido terrible. Y barco se hundió. Como
en la película.
VERSIÓN
DOS: Pum, pum, sonaron explosiones en las calderas. Los
enchufados de primera, se sorprendieron. Sinceramente creían que las calderas se
mantenían al sonsonete de tenemos barco, tenemos barco. Se fue la luz, luego se
pudrió la comida y los de tercera forzaron las puertas para llegar a primera.
En esta versión, los icebergs estaban dentro del
barco (escasez, hambre, apiñamiento, malos olores….) y dicen los deslenguados que
los músicos, tocaban gloria al bravo pueblo.
¿No y que ni Dios podría hundirlo?, se preguntaban,
sorprendidos y asustados, los corruptos y represores mientras huían en las balsas, acechados por
los mismos tiburones de siempre.
Sin embargo, el barco estaba ahí. Tercera y Primera
conversaban. Determinaban los daños de las calderas. ¿Se hundiría el barco, o
seguirán “teniendo barco”? ¿Lo rescatarían los jóvenes? No se pierda el próximo
capítulo.
Total, el escritor es Usted.
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