EL OMBLIGO DE ADÁN
Nuevamente cierro el año con un relato y nuevamente en busca de algún improbable editor.
Forma parte del libro inédito : "OMBLIGO DE ADÁN, OMBLIGO DE EVA"
FELIZ NAVIDAD Y UN GRAN AÑO PARA EL 2014.
Hasta Enero.
Rafael Gallegos
Blog. Núm. 129
Tengo que decir la verdad. Ya esta mentira me pesa
demasiado. Demasiado tiempo arrastrándola y no me acostumbro… me pesa
demasiado.
En realidad no fui expulsado. Salí corriendo, muy
asustado, extremadamente asustado.
-Corran - le
dije a Eva, a Caín y a los demás, porque
Abel ya había muerto.
-Corran, que ese demonio nos está sacando de
aquí- grité a todo pulmón en la puerta
de El Paraíso.
Las mentiras pesan, y ésta ya me pesa demasiado. En realidad… en realidad
(me cuesta mucho, muchísimo decirlo)… ni era demonio… ni me expulsó.
La verdad es… que yo salí corriendo de Él Paraíso.
Salí corriendo porque me asusté… me aterroricé.
Y luego me avergoncé de mi cobardía. Por eso salí
con ese cuentote… diablos, expulsiones…creo que hasta hablé algo de un látigo o
de un rayo…puro cuento. La verdad es que
era un ángel bellísimo… una belleza y una prestancia que me minimizaba. Yo, y para qué negarlo si han pasado miles de años, sentí celos… y sentí terror.
Huí. Lo que más me duele no es la mentira en sí. Y
voy a sincerarme… ni siquiera su peso. Lo
verdaderamente doloroso es que yo huí… y mis hijos huyeron… y todos (por
mi culpa, por mi grandísima culpa) hemos seguido huyendo por el mundo a través
de los siglos y de los siglos. Huyendo temblorosos, inseguros, miedosos.
Inventando paraísos irrealizables, para
compensar sicológicamente nuestra miseria.
Estaba aterrado. Sé que eso no excusa la mentira;
pero además y ya lo dije, estaba celoso… celoso de Eva… y del ángel. Dios me
perdone; pero estaba muy celoso.
Por cierto, Eva, que mujer. Mató mi soledad. Yo
siempre andaba solo dando vueltas y más vueltas por eso que recuerdo como El
Paraíso. Era nómada cien por cien. Para comer solo estiraba la mano y disponía
de deliciosas frutas y de verduras. Dormía cuando me daba sueño y donde me
diera sueño.
Un día desperté y vi a Eva a mi lado. Tenía los
ojos bien abiertos y me sonreía. Al comienzo no sabía qué hacer… la naturaleza
cumplió su función y Eva se convirtió en mi compañera. Era muy habladora y
persuasiva, me insistía continuamente
que el día que la vi, yo había tenido un sueño muy raro de una operación
y que ella había salido de mi costilla.
Era tan persuasiva que al tiempo yo empecé a soñar
que me operaban una costilla y que me despertaba con ella al lado y que
hacíamos el amor y que luego yo tenía dolor en mi costado y que ella me decía
“es el dolor de la operación mi amor”. La verdad es que me costaba diferenciar
la realidad de la fantasía… a veces me confundía y tenía dudas… la clave era si
Eva había sido primero que el sueño o el sueño primero que Eva. Ella tenía
mucha persuasión, hasta en el sueño… me costaba diferenciar la realidad de la
fantasía.
En mis momentos de mayor lucidez dudaba del sueño y
hasta de Eva…sí, a veces cuando me convencía de que Eva había llegado primero
que el sueño, no me quedaba otra opción que pensar que ella era una espía… pero yo me hacía el loco y no
discutía… total, ella me acompañaba y además… me gustaba muchísimo…y además...
de verdad, verdad, ella no tenía sustituto. Las singulares circunstancias
hacían que yo fuera, sin la menor duda,
hombre de una sola mujer.
Tuvimos muchos hijos, unos más malandros que otros…
yo los adoraba y curiosamente, descubrí que más que a mí mismo; pero me
generaron una gran frustración, todos tenían un hueco en el medio de la
barriga, que llamamos ombligo, y yo no
tenía eso.
Lo que parece un simple detalle… hasta
insignificante, se convirtió en una gran frustración y en la tragedia de mi
vida.
Ya me había convertido en algo muy diferente al
nómada que agarraba frutas, se saciaba,
se dormía y se despertaba para volver a tomar las frutas. Mi falta de ombligo
me había llenado de dudas… ¿por qué yo
no tenía ombligo?… ¿será que el ombligo se les tapará a mis hijos cuando se
conviertan en adultos?… ¿quién es mi madre?… ¿de dónde yo provengo?… ¿quién
soy?… ¿seré hijo de una mujer?… ¿de la misma Eva? … ¿de las estrellas?… ¿seré
algún experimento?… ¿me habrán mandado a Eva para que me espíe? Coño, ¿quién
soy yo?
La frustración, las dudas y la crisis de identidad
iban en aumento a medida que nacían mis hijos…y luego mis nietos. Todos tenían
ombligo… hasta abrigué seriamente la ilógica esperanza de que alguno de mis descendientes naciera
sin ombligo. Quería justificarme a toda
costa. Por ahora era solo un patito feo,
y para esa época no me sabía el final
del cuento o sea que ni remotamente podía alentarme pensándome cisne.
Sin embargo, mi frustración era soportable hasta el
día en que Eva, una probable espía a la
cual me volví adicto, empezó con unos cuentos raros de una culebra que le
hablaba y le prohibía no recuerdo que cosa; pero yo jamás de los jamases me
comí el cuento de la culebra… y menos el de una manzana. Tuve serias sospechas…
no sabía de qué; pero serias.
Un día seguí a Eva
y oí que hablaba con alguien que estaba en un
árbol. No pude ver bien.
-
dile que deje la
averiguadera, que se conforme con ver el ombligo de los demás- le dijo a Eva.
Lo peor que me pudo pasar fue escuchar esa
conversación. Ahora yo pensaba,
solamente y todo el tiempo, en las
causas de que yo no tuviera ombligo. Ahora creía firmemente que en la respuesta de
no-ombligo radicaba, más que el secreto, la clave de mi vida.
Un día vi al ángel… era bellísimo…sentí celos pensé
que… perdóname Eva. Me dio miedo. Fue creciendo y convirtiéndose en terror.
Me pasó por
la cabeza no tan fugazmente, si ese
ángel tenía o no tenía ombligo… tal vez él supiera y me comunicaría fácilmente
la clave. Tal vez le hubiera preguntado;
pero el terror se apoderó de mí y corrí y corrí…
-Corran, corran, nos matará si nos quedamos…vean el
látigo en sus manos.
Y todos
corrimos.
De pronto vi
a la famosa culebra corriendo a mi lado. Me asusté más, si es eso se podía…
aceleré. La culebra hacía lo propio. Me di cuenta de que la culebra también
huía, qué sé yo, tal vez la cegó la
excesiva pureza del ángel.
En ese momento me di cuenta de que, una vez más,
Eva tenía razón, la culebra hablaba, y cómo. Blasfemaba en todas las
direcciones. Esa lengua era viperina, triperina, poliperina… eneperina. Creo
que tanta blasfemia junta se transformó en veneno y de allí surgieron los
cascabeles, cuatro narices y corales que hasta hoy pueblan el mundo.
Las culebras y nosotros llegamos juntos a la
realidad de este mundo.
-Padre, ¿por
qué nos botó el ángel?- me preguntaban mucho después mis hijos y nietos cuando
comenzaron a azotarnos el hambre, las enfermedades, las fieras, el frio y el
calor y a volverse nostálgico el tema de
El Paraíso.
-Padre, ¿por qué nos botó el ángel?-me preguntaban
las mujeres cuando tenían que parir con dolor y recordaban aquella frase que yo
había inventado y achacado al ángel, “parirás con dolor”.
Hubo momentos en que trataba de compartir el peso
de culpa con Eva y le reclamaba que si ella no hubiera coqueteado con una
culebra todavía estuviéramos en ese paraíso sin dolor, sin trabajo y sin
muerte.
- Yo lo único que quise fue probar una manzana- me
contestaba ella de lo más tranquila rebotándome la culpa.
- Padre,
¿por qué nos botó el ángel?- me preguntaban los varones cuando tenían que salir
para sus arduos trabajos.
" Ganarás
el pan con el sudor de tu frente”, les inventaba que había dicho el
ángel... y confieso que me daba mucho miedo que de tanto blasfemarlo, se me apareciera de verdad -
verdad con un látigo y un rayo en la mano.
Pero el invento que superó con creces a todas mis
mentiras, fue aquello del pecado original... había que salir del paraíso para
lavar nuestras culpas... como si hubiéramos nacido con un error de diseño que
había que purgar viviendo en la tierra para luego volver al paraíso.
Fue tan original mi idea del pecado original que a
pesar de que me aterraba la posible
venganza del ángel, no podía evitar sentirme orgulloso de mi gran mentira... a
pesar de que reconozco que lo único original era, fue y sigue siendo mi miedo.
- Padre,
¿por qué?...
La vergüenza y el sentimiento de culpa por lo que
les había hecho con mis mentiras, jamás
me dejó decirles la verdad… huí, huí y seguí huyendo… y sigo huyendo…
tembloroso y miedoso ante la vida.
Les hice perder El Paraíso. Mi pecado fue el miedo.
Debo confesarlo a todos mis hijos en el mundo, es
decir, a todos ustedes… en realidad no huí del Paraíso… fue una renuncia… una
pavorosa renuncia. Hoy confieso, porque entre otras cosas ya explicadas siento
una imperiosa necesidad de regresar.
Debo regresar… allí quedó Abel, la mejor parte de
mi vida.
Tal vez si hubiera tenido ombligo todo hubiera sido
diferente. O tal vez si alguna hendija en mi fijación y obstinación me hubiera permitido darme cuenta a tiempo de
que Eva... tampoco tenía ombligo.
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