¿VENEZUELA POR EL CAMINO DE LENIN?


Rafael Gallegos    Blog núm. 372

-                  -  Esto no es comunismo – comentan teóricos acerca de la situación de Venezuela.

Sin embargo, embanderados con la frase de Goethe “toda teoría es gris y verde el árbol de la vida” podríamos comparar al  comunismo soviético con la situación venezolana y aportar conclusiones basados en que si maúlla como un gato, tiene pelos de gato y camina como un gato… es un gato.

Hay muchos parecidos. El régimen soviético y el venezolano embistieron contra la propiedad privada, impusieron un gigantesco estado dueño de la nación, crearon hegemonía en los medios, adelantaron procesos electorales a su manera y parcializados, donde lo primero que se observa es la intención de permanecer en el poder para toda la vida, sustituyeron a la democracia con la excusa de gobierno del pueblo (soviets o comunas).  Ah!, e inundaron las cárceles de presos políticos a los que llaman conspiradores, vende patria, asesinos, monstruos, etc. ¿Camina como un gato?

Sin embargo hay diferencias en los procesos, de tiempos y de estilo. Por ejemplo el camino de Lenin fue violento y el de aquí “democrático”. Allá los revolucionarios asesinaron al zar y a su familia y la implantación del totalitarismo fue casi inmediata justificándola teóricamente con la nefasta “dictadura del proletariado”.  Aquí han tenido que hervir a la rana poco a poco, debido al siglo XXI y a los cuarenta años de democracia.

Otra diferencia consiste en que mientras Rusia era el país más atrasado de Europa con un  gigantesco analfabetismo y absoluta ignorancia del significado de la democracia,  Venezuela  tenía más de 97 % de alfabetismo y cientos de miles de técnicos y universitarios de primera línea. Y de paso, quien no había nacido en democracia, se había criado en democracia.

Más diferencias: la revolución soviética era futuro, las juventudes y los intelectuales del mundo soñaban con un paraíso socialista, contrario a los “revolucionarios” venezolanos que iniciaron su proceso cuando ya eran historia antigua el muro de Berlín, las cruentas invasiones de Hungría, Checoslovaquia y Afganistan, la denuncia del libro Archipiélago Gulag, y sobre todo, cuando el comunismo soviético se había desplomado… por cierto sin que los aguerridos setenta millones de miembros del partido comunista dispararan un tiro.

Los soviéticos de 1917 ofrecían un mundo sin explotadores y ni explotados, un antídoto contra las desigualdades capitalistas, es decir un paraíso socialista. Por su parte los chavistas pretenden que en pleno siglo XXI nos comamos un plato recalentado y  comprobadamente tóxico llamado comunismo.

Los soviéticos pudieron engañar al mundo porque las noticias en su época podían ser ocultadas, edulcoradas y justificadas. Mientras que hoy por más que el gobierno diga que en Venezuela hay mucha comida, o que la diáspora es un invento del imperio, o que arrasaron con el 68% de los votos en unas elecciones libérrimas, las redes sociales se encargan de desmentirlos paso a paso.

Y hablando de imperios y de potencias, mientras la revolución soviética lanzó al espacio el primer satélite (Sputnik) y al primer mamífero (Laika) y al primer cosmonauta (Gagarín); participó con éxito en la segunda guerra mundial y se convirtió en un  país imperialista con los países tras la cortina de hierro… toda una potencia mundial capaz de tutearse con Estados Unidos en armas nucleares; la tan cacareada Venezuela Potencia acentúa día a día su dependencia de Cuba y muestra como obra de gobierno una sociedad tan desmantelada como si de verdad hubiera pasado por una guerra… y perdido.

Dependencia de una Cuba que resultó la primera imitación de la URSS en América. Con el carisma y la persuasión de Fidel Castro ofreció  tocar el cielo con la mano sustituyendo las democracias “burguesas” por sociedades comunistas. Por cierto, Castro tuvo a su favor un importante sector de la intelectualidad durante décadas, contrario al proceso venezolano en el cual creen poquísimos intelectuales de valía. 
 
Los soviéticos  duraron setenta años en el poder y los cubanos van por sesenta, en Venezuela han pasado veinte años desvirtuando el tango de Gardel. Ahora los venezolanos sabemos que veinte años… es demasiado.

¿A pesar de las diferencias con las eternidades cubana y soviética, la “revolución”  venezolana ¿estará comenzando? ¿Se habrá asfaltado el camino de Lenin? ¿Será cierto que el vencimiento de la legitimidad del 10 de enero hará que el gobierno acelere la implantación de  una Constitución Comunista?

Esta “revolución” camina como un gato, maulla como un gato, tiene pelos de gato… no lo dude, es un gato; pero no uno cualquiera, sino como el gato de   la paradoja de la incertidumbre de Schrodinger, cuyo destino dependía de los observadores. Y los observadores son la organización y unidad de los venezolanos, el apoyo internacional y el desastre que padecemos. Pilas y guáramo, porque el futuro, está en nuestras manos. Somos más y tenemos razón… ¿entonces?



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