LAS TRIQUIÑUELAS DE LAS AUTOCRACIAS

 

RAFAEL GALLEGOS BLOG 622

Nada deforma tanto el ego como el ejercicio del poder. En 1960, cuando John Kennedy y su equipo esperaban los resultados de las cerradísimas elecciones presidenciales contra Richard Nixon, todos se referían al joven candidato como John, o Jack, y lo tuteaban y palmeaban. En plena espera, John se ausentó un momento de su equipo de trabajo. En el interín dijeron que definitivamente había ganado la elección.

Cuando regresó, Kennedy era el presidente electo de los Estados Unidos. Todos los que hasta hacía minutos le tuteaban, comenzaron a dirigirse a él como señor presidente, presidente, lo trataban de usted y mantenían distancia con su físico.

Ese trato realizado de manera continua y por años… altera el ego y lo deforma. Y de paso, cuando los presidentes están en ejercicio, sus subalternos le edulcoran los problemas y aparecen los jaladores profesionales que los comparan ventajosamente con Abraham Lincoln, con Napoleón, o vaya usted a saber. Además, en su cotidianidad son tratados como dioses.

Por eso a los presidentes les cuesta abandonar tanta prebenda. Sin embargo, los demócratas, se van cuando les corresponde. Contrariamente, los autócratas se van cuando no pueden sostenerse.

Dicen que el poder es más erótico que el sexo, y que crea más dependencia que la droga. Observen, por ejemplo, a Biden, que se ofrece para mandar… hasta los 86 años. O a Trump, que tendría 78 si resulta electo.

LA ETERNIDAD DE LOS DICTADORES

Hitler decía que el Tercer Reich iba a durar mil años y apenas duró trece. Otros autócratas fueron más afortunados, independientemente que para sus ciudadanos fuera una desgracia soportarlos.

Por ejemplo, Fidel Castro, Duvalier, Kim Il Sung, Mao, o Stalin se dieron el lujo de morir en el poder luego de largas, cruentas y hambreadoras dictaduras. Todos dejaron hijos, hermanos, nietos o adláteres continuando su “obra”.

Rafael Leonidas Trujillo, Mussolini y Ceausescu también murieron en el poder; pero ejecutados.

VENEZUELA

Los autócratas venezolanos también han sido amantes de la permanencia en el poder. Por ejemplo, en 1892 Raimundo Andueza Palacios, que había sido electo por dos años, quiso modificar la Constitución para quedarse por dos años más. No pudo hacerlo porque indignado, Joaquín Crespo alzó su montonera y la enrumbó al Palacio de Miraflores para hacer respetar la ley. Llamó a su revolución Legalista. Se convirtió en presidente porque Andueza pretendió mandar por más de dos años. Pero él duró… seis años. ¿Qué tal?

Luego, cuando en 1908 Juan Vicente Gómez tumbó a su compadre Cipriano Castro el país respiró porque creía que el Bagre tenía semblante democrático. En 1914 correspondían las elecciones presidenciales y a Rafael Arévalo González se le ocurrió desde su periódico El Pregonero, lanzar al doctor Félix Montes como candidato presidencial.

Hasta allí llegaron las carantoñas democráticas del terrible Juan Vicente Gómez. Arévalo González fue a parar con sus huesos a la cárcel. Por cierto, se enteró que había quedado viudo porque estando preso pasó un entierro frente la cárcel y un guardián le dijo Allí va tu esposa. Por su parte el doctor Félix Montes, pasó de “candidato”, al exilio en Curazao.    

Una vez despejadas las dudas, Gómez se convirtió en el hombre fuerte de Venezuela hasta su muerte en 1935. Sus áulicos le diseñaron siete constituciones que le cargaban mono para sus triquiñuelas de poder.  A pesar de su régimen de terror, quería – como todos los autócratas- aparentar ser demócrata y respetuoso de la Constitución. Murió en su cama, rodeado de sus acólitos que lloraban su despedida.

Duró en el poder veintisiete años menos dos días.

Un récord de permanencia que hoy persigue con saña la “revolución” bolivariana. ¿Lo batirá el 31 de enero de 2026? De usted depende.

Pérez Jiménez también se armó de triquiñuelas para permanecer en el poder. En 1952 convocó a una Asamblea Constituyente. AD, partido inhabilitado por la dictadura a última hora mandó a votar por URD, además,  el pueblo obstinado de la bota militar, salió en masa a ejercer su voto. Ganó URD encabezado por Jóvito Villalba. Pero el régimen manipuló la votación y embarcó en un avión – vía Panamá- al gran dirigente y a otros líderes urredistas.

MPJ fue nombrado por su servil Asamblea Constituyente, “presidente Constitucional”.

Luego en 1957 la Constitución hecha a la medida para el dictador, pautaba elecciones. Todos los autócratas andan con “su” Constitución bajo el brazo y aparentan cumplirla para cazar bobos dentro del país, siempre los hay, y para ganar imagen de “demócratas” en el exterior. Pérez Jiménez inhabilitó a todos los candidatos mediante la figura del plebiscito elaborada por sus leguleyos…

Pero la farsa fue tan grande que el “presidente Constitucional” fue derrocado el 23 de enero de 1958.

Contrariamente López Contreras y Rómulo Betancourt dieron ejemplos de democracia. López rebajó su período presidencial de siete a cinco años. Y Betancourt, con apenas 65 años y unas elecciones ganadas de calle si se presentaba, no quiso ser candidato y le dio paso a Carlos Andrés Pérez en 1973.

CAP contaba que, en esa ocasión Betancourt lo llamó de emergencia a su casa. Al llegar le dijo muy preocupado “René se fue de la casa porque no quise ser candidato”. “Está en la casa de su hijo”. ¿Qué tal?

Por otra parte, creemos que una de las causas de la decadencia de la República Civil de Venezuela, fue la norma que permitía a los presidentes volver luego de diez años. Regresaron CAP y Caldera. Ese hecho anuló el relevo generacional y les trancó la puerta a los líderes del 58 y ni hablar de la generación de los setenta.

Con no relección, o reelección inmediata, seguramente otro gallo hubiera cantado.

LA “REVOLUCIÓN” NO SE QUIERE IR

¿Qué hubiera pasado con la continuidad del poder si Chávez no hubiera fallecido? Queda para el terreno de las elucubraciones.

Hoy la “revolución” perdió el apoyo popular. Parafraseando a Felipe González, el gobierno ni de lejos gana una elección vinculante. Lo saben, y les preocupa. Por ello inhabilitan a María Corina Machado que es más que evidente que arrasa en las encuestas. Y seguramente – remember Barinas- harían o mismo con cualquier candidato con chance.

Imitan, en modo siglo XXI, a los malos ejemplos que hemos mencionado. La misma careta autocrática que el tiempo le da distinto decorado. Está clarito. Tan claro como la gigantesca mayoría venezolana que pide cambio a gritos.

Por encima de cualquier triquiñuela desilusionadora hay que salir – sí o sí – a votar.

Mano ganada no se tranca. Con testigos la victoria es segura. En sus manos, las de su vecino y la mía, está la reimplantación de la democracia. Ya basta.   

Es la hora de reconstruir… hasta la historia.

 

 

 

 

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