4F, ORIGEN DEL DESMANTELAMIENTO NACIONAL
Rafael Gallegos Blog 526
Este 2022 se cumplen treinta años de la sorpresiva intentona golpista del
4 de febrero. Yo – disculpen las referencias personales – vivía en Barinas. Fui
de los pocos venezolanos que durmió completo esa noche. No tenía teléfono…
Al despertarme en la mañana, encendí el televisor. Carlos Fernandes hablaba del golpe y mostraba la foto del tanque de guerra en las escaleras del Palacio Blanco.
- Un golpe, ¿en qué país será? – me pregunté ingenuamente - ¿en Argentina? – me pasó por la cabeza.
No podía salir de mi sorpresa al enterarme que la intentona era en
Venezuela. Para mí, eso era prueba superada desde hacía más de treinta años. Yo
era opositor, no me simpatizaba CAP; pero de ninguna manera creía que había que
salir de él por métodos violentos. Y menos por intentonas militares que tan
perjudiciales han resultado para América Latina.
A mí la toma de posesión de CAP, tres años antes, me había parecido un
exabrupto. Una “coronación” a la par de los dos mil años del Imperio Persa que
el Sha de Irán acababa de celebrar. Y eso, en medio de 60% de pobreza, me
pareció imperdonable.
Luego, cuando el 27 de febrero ocurrió el “caracazo”, lo observé como producto
de la creciente pobreza y del nerviosismo colectivo por el anunció de las
medidas conocidas como paquete económico. En ese momento, yo no estuve de
acuerdo con esas medidas. Con el tiempo entendí que eran necesarias; pero que
habían sido mal comunicadas y tenido gran resistencia del estamento político.
Ese 4F me dirigí a mi trabajo. Le aclaro a algún improbable joven que me
esté leyendo que, en esa época - antes del desmantelamiento nacional - todo el
mundo trabajaba y muchos sueldos alcanzaban para comprar comida, pagar
hipotecas, colegio de los muchachos y tomarse unas cervecitas de vez en cuando.
¡Ah!, y las familias no estaban desperdigadas por el mundo, sino que en general
vivían en Venezuela.
Como comentaba, me dirigí a mi trabajo. Allí me encontré a tres gerentes de la empresa viendo los sucesos por televisión. Uno de ellos, para buscarme la lengua, me dijo en sorna: doctor aquí todos estamos
- El que esté con el golpe es un traidor a la patria – fue mi límbica respuesta.
No la pensé. Me salió del alma. Claro, mi padre sufrió cárcel,
persecución y exilio cuando la dictadura de Pérez Jiménez. Y por supuesto que
no podía aceptar semejante atentado contra la democracia. Para mí, eso era una
felonía.
Más tarde, el comandante Chávez apareció en televisión con su lapidario “por
ahora”.
EL GOLPISTA SIMPÁTICO
Me sorprendió sobremanera cómo había tanta gente con los golpistas. En
Barinas muchos decían que conocían a Chávez. Que habían jugado beisbol con él, o
tomado cervezas, o dado serenatas, o que lo conocían de toda la vida.
En Barinas, como en Venezuela, la intentona resultó en un baño de
popularidad para el teniente coronel. Hasta se convirtió en una esperanza…
habrase visto. “Un pueblo ignorante es un instrumento de su propia
destrucción”, había dicho el Libertador.
La simpatía que sentía buena parte del país por Chávez, me preocupaba. Cuando
apareció Caldera en el Congreso y dijo que a un pueblo no se le puede ofrecer
democracia con hambre, muchos aplaudimos. Ya se gestaba el chiripero. Y cayó muy
antipática la frase aquella de David Morales Bello, “muerte a los golpistas”.
En carnaval el disfraz más popular – con creces- fue el de Chávez. ¿Cuántos
de esos niños disfrazados estarán hoy sufriendo con las carencias de sus hijos,
o conformarán la multitudinaria diáspora? La ingenuidad nacional no observó la
intentona como un acto criminal contra la democracia, que tanto nos había
costado. Ni vislumbró un retorno al militarismo.
Mucho menos supo que ese acto era consecuencia de la estrategia de Fidel
Castro y algunos comandantes guerrilleros derrotados en los sesenta, de
infiltrar a las fuerzas militares y provocar desde allí una revolución
comunista.
En el imaginario colectivo, los golpistas eran unos muchachos simpáticos
que tal vez y sólo tal vez, se habían equivocado. Con qué facilidad olvidaron
las decenas de muertos que provocó la acción de los “muchachos”. Todo el mundo
quería visitarlos en la cárcel, abrazarlos, sacarles fotos, ponérseles a la
orden.
Por cierto, el gobierno democrático los trató casi como personal VIP.
Nada que ver con el trato a los presos políticos de hoy.
CAP NO PUDO SUPERAR EL GOLPE
El presidente Pérez, con arrojo e inteligencia derrotó esa intentona y
la posterior del 27 de noviembre. Pero políticamente quedó con un tiro en el
ala. Su paquete económico, que ya comenzaba a dar frutos: inflación en
retroceso, crecimiento del PIB más alto del mundo (9%), desempleo en un dígito
medio, altas inversiones, y reducción de la pobreza entre otros aspectos, comenzó
a frenar a raíz de la felonía.
CAP se fue desprestigiando ante la población. Y las fuerzas vivas, que a
veces se pasan de vivas, provocaron su salida. Algunos políticos pequeños, le
pasaron factura, otros, buscaron atajos. Al final, el TSJ lo sacó de la
presidencia.
Según el economista Miguel Rodríguez, el cerebro de las medidas
económicas, con la reversión del “paquete”, los venezolanos perdimos la
oportunidad de convertirnos en otro Singapur. Y duele pensar en lo que nos hemos convertido.
En las elecciones de 1993, ganó Rafael Caldera. Su bandera fue anti “paquete”.
Casi el treinta por ciento de la población, izamos esa bandera. Fue suficiente.
Caldera derrotó al relevo generacional (Fermín, Velásquez y Álvarez Paz) y eso,
tuvo un gran costo para el país.
Sin embargo, con el superministro Teodoro Petkoff, su gobierno mostró algunos
logros. El año 1997 daba la impresión de encaminarse a la superación de la
crisis. Pero el petróleo bajó de precio drásticamente en 1998, y el gobierno no
pudo enfrentar ese hecho.
Por otra parte, Caldera había liberado a Chávez y su gente, ante la
suprema felicidad de la población. Ni siquiera los inhabilitó. Luego diría que
todos los días y por todas las vías, los venezolanos le solicitaban que soltara
a “los muchachos”. Tal vez el doctor Caldera calcó su exitoso modelo de
pacificación de veinte años atrás. Pero los tiempos cambian…
ESTRELLA DE ROCK
A pesar de su popularidad de estrella de rock, Chávez no tenía alta
puntuación en las encuestas. Lo opacaba la alcaldesa y reina de belleza Irene
Sáez.
Luego Irene se desinfló, y medios televisivos y de prensa comenzaron a
inflar al comandante. Creyeron que con su triunfo electoral llegarían al poder
y manejarían al inexperto militar. Cuando Chávez arrasó en las elecciones,
hasta nombró ministro a la esposa de un dueño de medios. Al final todos fueron
expropiados, demandados… casi que arruinados.
El 4F se convirtió en un triunfo político para los alzados. Lo demás es
historia. Pero lo que es obvio es que esa fatídica fecha es el origen de este
desmantelamiento nacional que padecemos. De este casi ex país. La destrucción
de Venezuela para comerte mejor y permanecer para toda la vida en el poder.
Y sin echarle la culpa a nadie. Chávez obtuvo el 56 % de los votos en
1998 y el apoyo de muchos empresarios y políticos a la búsqueda de mangos
bajitos. Y luego se cansó de ganar elecciones. Cada quién que asuma su responsabilidad
histórica.
Pero hoy lo más importante, es que los ciudadanos nos activemos para
lograr la indispensable superación de la calamidad que padecemos.
Hay que conocer la historia, para no repetirla.
PD: Lo lamentable no es la muerte súbita del revocatorio, sino la mansedumbre
de los políticos y los ciudadanos ante este hecho.
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Venezuela merece una industria petrolera de primera, que sea capaz de
contribuir a la construcción de un país de primera. ¡Hasta cuándo!
Esta columna se publica en Informe 21, y en la revista Petroleum.
Rafael, excelente recuento de la fatídica historia de nuestro país. Siempre estuve en contra del carente de la Gracia Dios de Chávez. Mi alegato es que a los militares solo les enseñan a obedecer y a mandar. Esto se reafirma ahora.
ResponderEliminarGracias. Realmente nuestra historia es una continuidad de éxitos y errores que hay que precisar. Tendemos mucho a vivir de mitos y magias. Un gran abrazo.
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