PDVSA: ¿RESURRECCIÓN, O ESPASMO?
Rafael Gallegos Blog 521
Según fuentes de la misma Pdvsa, en noviembre se produjeron
824.000 barriles diarios de petróleo. La OPEP en sus estimados coloca la
producción en apenas 625.000. Casi 200.000 barriles de diferencia (más del 30%).
O sea, los expertos de la OPEP no certifican los números de Pdvsa. ¿A quién le cree usted?
Para quedar bien con la publicitada promesa de
llegar a un millón de barriles este año, nada de raro tendría que el gobierno
le diga al país muy orondo y en cadena nacional el 31 de diciembre, que la
producción petrolera llegó a meta prometida de un millón de barriles por día. Que
la “revolución”, a pesar de las sanciones del imperio y del criminal bloqueo,
va a paso de vencedores y está recuperando la industria petrolera. Tal vez
hasta digan que Pdvsa ha resucitado. Por supuesto que no nombrarán que las
refinerías siguen desmanteladas produciendo alguito un día sí, y otro no.
Seguramente el estimado de la OPEP referido a diciembre
estará muy, pero muy por debajo del referido por Pdvsa. Tal vez ello se deba,
entre otros factores, a que el gobierno contabilice como producción los crudos
importados de Irán, que mezclan con el extrapesado de la Faja.
Pensar que esta discutible producción signifique una
resurrección de Pdvsa, equivale a confundir movimientos de vida con espasmos. Cierto
que ha habido un alza paulatina en los últimos meses; pero ni de lejos redimensiona
a la empresa hacia lo que fue en el pasado, o mejor dicho, hacia su
potencialidad.
Lamentablemente, la “resurrección” gubernamental de nuestra
petrolera, dista mucho de abordar la problemática de Pdvsa, que es sistémica. Por
lo tanto, su “resurrección” debería ser planificada de manera integral. Para
recuperar Pdvsa, o más exactamente, la industria petrolera venezolana, hay que
ir más allá de una Ley Antibloqueo, de atraer si acaso inversionistas sin
currículum, y de echarle la culpa a las sanciones.
Hay que comenzar por conceptualizar el negocio que
se quiere y su relación con el país. Sus objetivos, sus metas, sus estrategias.
La demás es show… o espasmos.
¿QUÉ INDUSTRIA PETROLERA QUEREMOS?
La primera pregunta para visualizar el futuro de la
industria petrolera debería ser: ¿qué industria petrolera queremos?, y la
respuesta que se obtenga debe ser una guía que direccione los esfuerzos.
Obviamente los venezolanos queremos una industria
petrolera que funcione. Es decir, capaz de producir, digamos, dos o tres
millones de barriles diarios, sin espasmos, de manera continua.
Además, una industria capaz de garantizar la seguridad
energética. O sea, gasolina y gasoil para transportarnos; gas para las plantas
eléctricas y para cocinar, y de paso, para alimentar la petroquímica. Y eso, requiere
la “resurrección” de las desmanteladas refinerías y dejar de botar tanto gas
por los mechurrios, o sea gerenciar el gas.
También los venezolanos queremos que los beneficios
económicos que dé la industria, sean utilizados para contribuir con el
desarrollo del país.
En síntesis, requerimos de una industria petrolera de
primera, que apuntale un país de primera.
¿UNA NUEVA LEY DE HIDROCARBUROS?
Seguramente para ello hará falta una nueva ley de
hidrocarburos. Pero las leyes no nacen por generación espontánea. Deben ser
producto de una reflexión colectiva.
Para empezar, ninguna ley puede ser efectiva en un
país donde no hay seguridad jurídica. Donde los tribunales sorprenden en
cualquier momento con cualquier medida. Los inversionistas petroleros requieren
que sus miles de millones de dólares estén protegidos, y que generen ganancias
de acuerdo a unas inamovibles reglas de juego. Y estemos claros, la descomunal
destrucción que ha realizado esta “revolución” con Pdvsa, se ha constituido en
un factor de riesgo para las inversiones. ¿Quién les cree?
No basta con tener millones de barriles en el
subsuelo. Hay que ofrecer seguridad de que la inversión generará ganancias. De
lo contrario, ese potencial dinero se va para Brasil, Guyana, Colombia,
Ecuador, Argentina. Ya Venezuela no tiene el monopolio petrolero de América
Latina.
Las industrias petroleras requieren de gigantescas
inversiones de miles de millones de dólares, gerencia de primera y tecnología
de punta. Tres materias en las que esta “revolución” está raspada. Para llegar
a dos o tres millones de barriles diarios, es necesario en un marco de
seguridad y leyes apropiadas, un promedio de 20 o 30 mil millones de dólares
anuales durante ocho o diez años, que obligatoriamente tiene que ser capital
privado porque como todos sabemos, el Estado está en la inopia.
La Asamblea Nacional desde el 2016 comenzó a
consultar a conocedores del tema petrolero para elaborar una Ley de
Hidrocarburos acorde con los tiempos. Se elaboraron varios proyectos. En
general, todos ellos contemplaban la despolitización del negocio, la creación
de la Agencia Venezolana de Energía, la creación de Rondas de Licitación para ofertar
las áreas seleccionadas, atraer a los inversionistas y otorgar permisos de
operación.
Todas esos proyectos de ley pasaban por crear
empresas privadas que explotaran el negocio, y planteaban que Pdvsa quedaría
como una empresa redimensionada compitiendo como una más. Todas contemplaban
que el Estado controlaría o regularía (ojo no significa operar) el negocio. Y
todas sugerían la necesidad de un cambio de modelo político económico en
Venezuela como condición sine qua non.
Los proyectos tenían diferencias; pero en lo
fundamental había similitudes que permitían la creación de una nueva industria
petrolera.
Increíblemente… en todos esos años, del 2016 al
2020, no se aprobó una nueva Ley de Hidrocarburos, a pesar de contar con los números
para ello. ¿Qué pasó? ¿Se los comió la política?¿ Qué intereses privaron?
Por su parte, la Asamblea electa en 2020, de mayoría
chavista, también está planteándose la elaboración de una nueva Ley de
Hidrocarburos. Por supuesto que, a pesar de ser el mismo país, los diputados oficialistas
para nada toman en cuenta los esfuerzos anteriores. Volvieron a comenzar sus
discusiones de cero. Cosas de un país polarizado y sin diálogo.
A estas alturas del juego y de la transición
energética que amenaza las industrias de petróleo, todavía los diputados
oficialistas no acuerdan un modelo de inversiones para Pdvsa. Contimenos una
ley ajustada a los tiempos. ¿Pasarán más de mil años…?
¿Se conformarán con decirle al asombrado público que
suben la producción sin taladros, sin inversiones, sin personal preparado, sin
planificación, en medio del desmantelamiento de las instalaciones, escasez de
gasolina y de gas?
¿Pretenderán que inocentemente parafraseemos los
clásicos españoles con aquello de que los muertos que vos matasteis gozan de
buena salud? Porque la “revolución” acabó con Pdvsa y ahora quiere que creamos
que la recupera. ¿Incendiarios haciendo rol de bomberos?
A este paso, continuarán los espasmos, la doble
cifra OPEP – gobierno y, sobre todo, las colas para la gasolina, y la escasez de
divisas que mantiene pensiones y sueldos mínimos indigentes, la cocción sin gas
y con leña, y sobre todo… hambre, hambre y más hambre.
Pdvsa está tan mal, que pareciera que uno de los
mejores negocios es desmantelar los activos (tubos, bombas, tanques etc.) y
venderlos. Ya basta de engañar al país.
La destrucción de Pdvsa y del país es total.
Petróleo, electricidad, agricultura, industria, educación, salud,
infraestructura … ¿quedará algo?
La solución para recuperar a la industria petrolera
y el país, es sistémica. Lo demás es parchetes que sólo producen espasmos y
alargan la agonía. ¿Hasta cuándo?
PD1: Pendiente de las elecciones de
Barinas. El ambiente perfila que, a pesar del monumental ventajismo
oficialista, la votación por Sergio Garrido será masiva. Ojalá, y que ese triunfo
sea el comienzo de un liderazgo asertivo que conduzca a Venezuela, por fin, a
la democracia. Se solicitan rómulos betancoures.
PD2: Feliz Navidad y los mejores deseos por un año 2022 lleno de logros y de
renacimiento de la democracia.
Hasta el 16 de enero de 2022, Dios Mediante.
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Venezuela merece una industria petrolera
de primera, que sea capaz de contribuir a la construcción de un país de
primera. ¡Hasta cuándo!
Esta
columna se publica en Informe 21, y en la revista Petroleum.
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