VENEZUELA LEÑERA
Rafael Gallegos Blog 468
La
cola era gigantesca. Pensé: “debe ser que nuestro presidente va a darnos un
Bono”. Tal vez el Bono Simulacro Electoral, o el Bono Punto Rojo, o el Bono
Antibloqueo”. Me acerqué.
Quién
es el último- pregunté. Usted, si se
pone en la cola - me contestó un chistoso que tenía con una camisa roja con la mirada del gigante.
- ¿De
cuánto es el Bono? - le pregunté a ese señor que ahora era el penúltimo de la
cola. Me vio con una cara de extrañado y me dijo que en esa cola no había bono,
sino leña. Que la “revolución” estaba regalando
leña para que el pueblo pudiera cocinar.
La
verdad es que mi bombona de gas estaba en “échame”, por lo que la cola de la
leña también me servía. Así que me
quedé.
- Es
que el presidente está muy preocupado porque trom prohibió que importáramos
leña y así no podemos cocinar – continuó conversando el señor de la franela con
la mirada del gigante.
- ¿Y
qué pasó con el gas? – inquirí para buscarle la lengua.
- Nada,
nada, culpa de trom – me respondió- esos gringos con su bloqueo nos están
dejando sin comida, sin gas, sin nada, menos mal que el gobierno está pendiente
de nosotros los pobres. Ya dijeron que van a meter dos troncos de madera en las bolsas Clap, y que el pernil
navideño vendrá con un tronco porque el cochino crudo hace mucho daño.
- ¿Y
cuánto cuesta esta leña, cuatro dólares el montón, o siete?...
El
hombre no me dejó terminar. Me interrumpió con un grito y una cara que de
verdad me asustó - hasta le temblaron los cachetes y créame, vi brillar los
ojos del gigante.
- No te
dejes engañar por los vende patria que te ofrecen la leña en dólares, el
gobierno revolucionario la está subsidiando. Leña para el pueblo – finalizó muy
solemne.
- ¿Y
hay que tener carnet de la patria para que te den leña? - le interrogué.
- Claro
compañero, hay que usar el QR, ¿no ve compatriota que eso es un regalo del
gobierno?
- ¿Cuántas
horas tiene en la cola? – le pregunté a mi amigo para cambiar el tema.
- ¿Horas?,
no compatriota, días. Cuatro días – claro, nos turnamos; pero igual tenemos que
ingerir comida cruda, ya se nos acabó el gas.
- ¿Y en
quién piensa cuando se tiene que comer crudo? – le pregunté no sin mala
intención.
- Mire
compañero – me dijo muy serio – yo sé por dónde va usted, yo estoy claro que el
culpable de mi comida cruda es trom; pero quiero que sepa que estoy dispuesto a
sacrificarme por la revolución, con hambre y sin empleo con Chávez me resteo… y
con Maduro también – finalizó y lo sentí muy agresivo.
Entonces
para evitar problemas, que ya tengo muchos, cambié de contertulio. Me puse a
hablar con un señor cubano que acababa de llegar (lo distinguí por el acento) y
estaba detrás de mí.
- ¿Se
siente como en Cuba? – le pregunté como para abrir la conversación.
- Qué
va socio, en Cuba hace años que el gobierno revolucionario superó estas colas
de leña– me dijo mi nuevo interlocutor.
- Qué,
¿se acabó la leña? – le pregunté.
El
hombre se puso serio y no sé si aclaró u oscureció, me dijo que en su isla no había cola para la
leña porque le daban prioridad a las colas de comida. La verdad es que no entendí.
Para
pasar el tiempo de la cola me puse a pensar que a este paso de vencedores del
dólar mensual de ingreso no podríamos comer ni yo ni mi familia. La verdad es
que ya no podíamos comer. No podía comprar carne ni chorizos. Y tan parrillero
que yo era. La verdad es que estaba sufriendo. Por mi hambre y peor, la de mis
hijos.
Por
aquello de si tienes limones has limonada, en días pasados se me ocurrió cambiar el modelo de mi dieta. Me
declaré vegetariano. Con inmenso dolor tuve que dejar atrás mi condición
de parrillero y choricero.
Cuando
preparé en casa la parrilla de yuca, ocumo y maíz, mis hijos se molestaron. No podían creerlo, parilla…
sin carne. No hallaba cómo decirles Queridos muchachos, ahora somos
vegetarianos, o algo así.
- Tú si
eres malo – me dijo el menor- el papá de
Luisito le da carne.
El
papá de Luisito era el vecino. Yo sabía que él tampoco estaba en condiciones de
darle carne a sus hijos. Por cierto yo había leído que antes de la “revolución” los
venezolanos comíamos veinte kilos de carne al año y que ahora veinte años
después apenas comíamos cuatro kilos. Y no debería decirlo; pero la verdad me entró un fresquito. No era yo
solo. ¿Será por aquello de mal de muchos consuelo de tontos?
Todos
estábamos pelando bolas, yo, el vecino, el cuñao, el otro vecino. Por lo menos yo no era chavista como el papá
de Luisito que se la pasa marchando vestido de rojo y con la bandera de
Venezuela pintada en la cara, y ni siquiera puede comprar un pedazo de chorizo.
- Parrilla
vegetariana – le decía yo a mis hijos.
Ellos
no se convencían mucho cuando les explicaba que ahora en adelante seríamos
vegetarianos. Eso sí, a mucha honra. Y yuca y yuca. Y además, yo era cazador de
aguacates. Buscaba matas cargadas para treparme y a veces, muy a veces, tenía
éxito y llegaba con un aguacate a la casa.
Eso sí, en esa época comíamos mucho huevo.
Coman huevo… Pero, llegó el día en que tampoco pude comprar más huevos a mi
familia.
- El
papá de Luisito le compra huevos a sus niños - me reclamó mi hijo menor llorando.
- Ese señor
es un irresponsable - le dije a mis hijos
que no salían de su sorpresa. ¿Cómo es posible que le dé comida tóxica de origen animal a sus hijos?
Las
caras de mis hijos parecían poemas de
Poe.
Ahora
no somos vegetarianos, sino veganos - les dije muy convencido y aquí entre nos,
asombrado de mi descaro.
Al
oír esto mi esposa que sumisa, arrinconada, callada y resignada, observaba todas
mis conversaciones con mis hijos, me pregunto Mi amor, ¿qué vaina es eso de
vegano?
- Que
no comemos ningún alimento que tenga que ver con animales. Y es una orden
- O
sea, que no vamos a comer más huevo – me reclamó mi hijo mayor.
Me
quedó redondita la excusa. Me sentí con madera de político. Hasta se me ocurrió
fundar el Partido Vegano de Venezuela (PVV). Uno nunca sabe, con tanto diputado
que hay ahora… “hoy te puede tocar a ti”.
Dejé
de pensar en mis hijos y hasta en mi diputación. Aterricé de nuevo en mi cola
por la leña. Seguí conversando con el amigo cubano. Me dijo que estaba recién
llegado a Venezuela, que venía a una
misión especial. ¿Recién llegado y haciendo cola? Realmente me extrañó,
entonces le pregunté en que oficio se desenvolvía.
- El
partido me seleccionó y me honró para que viniera a Venezuela a ser testigo
electoral – me dijo muy orondo.
- Lo
felicito – le respondí en tono amigable, no fuera a ser que su dictadura lo estuviera
espiando y por ende a mí. Y como está la cosa…
- ¿Viene
de observador o de testigo? – continué.
- ¿Hay
alguna diferencia socio? – me dejó de una pieza.
- ¿Ya
han hablado con los representantes de los partidos del gobierno y de la
oposición? – le seguí preguntando.
- ¿Los partidos?,
qué va camarada, en Cuba hay un solo partido, no me enrede.
- Los
partidos de oposición amigo…
- … ¿ y
qué es eso?
- La
oposición , los que se oponen al
gobierno, compañero
- Ah,
¿los gusanos?... pues socio, esos no votan.
De
más está decir que me quedé de una pieza. Decidí abandonar la cola que me estaba resultando polémica y
hasta peligrosa. Le dejé mi puesto al flamante observador internacional. Yo no iba a estar cuatro días en una cola
para que me regalaran leña. Y mucho menos si no tenía casi comida que calentar.
Como ya no podía comer ni carne ni huevos y
por los precios casi que ni yuca, traté de seguir justificándome filosóficamente.
Si no podía comer nada, pues sería nadaista… Sustituiría mi partido vegano por el partido nadaista. Eso
no quitaba el hambre; pero entretenía y no solo de pan vive el hombre.
Ahora
tendría volver a mi realidad y concentrarme en innovar para cambiar los tanques
de gasolina de mi taxi por tanques de leña o algo así. O en último caso tendría
que hacer como Pedro Picapiedra. A ver si ruedo y produzco algo, porque entre los cauchos, la gasolina y un repuesto… tengo al carro en
cuarentena radical todas las semanas. Siete más siete más siete más siete,
parado.
- Papá,
papá – me haló por la camisa mi hijo menor
cuando llegué a casa- ¿es verdad que nosotros éramos una potencia petrolera?
No le
contesté, me dio demasiada vergüenza.
Esta
columna se publica en los periódicos digitales “Informe 21” y “Diario de
Caracas”, y en la revista “Petroleum”.
Rafael este es un relato negro como la situacion del país, es un retrato cierto,.una mueca de esta realidad que nos arropa y nos hace la vida miserable. Cuando me imaginé que pidriamos llegar a,esto? Pero todo esta,sujeto a cambio. Un abrazo
ResponderEliminarLa verdad de la verdaita como le decía mi hermano a mi papá, nadie se lo imaginaba pero todos lo sabíamos, o es que ya olvidamos el discurso de Leonardo Montiel Ortega en la cámara del senado cuando la primera toma de procesión de Chávez, el advirtió la amenaza que significaba la revolución, hasta Chávez lo dijo abiertamente los pondré a la altura del mar de felicidad del pueblo cubano, todos también lo sabíamos, que los cubanos eran tan felices que se arriesgan a irse en un bote improvisado sin temor a ser merienda de los tiburones con tal de salir del paraíso terrenal cubano, o acaso ahora los venezolanos no somos diaspora de nuestro paraíso? Sinceramente antes de pensar en cambiar el gobierno debemos cambiar nosotros pues nosotros permitimos esto, nos lo advirtieron de todas las formas posibles y ahora estamos esperando que vengan los que siempre nos vieron con desprecio a salvarnos de dónde nos metimos, porque siempre pensamos que lo importado era mejor al punto que importamos una revolución fallida pero triunfante en lo que se proponen ( en Rusia murieron más personas por hambre y frío con las medidas de Lenin que en la guerra) quizás solo quizás aún no estamos preparando para cambiar al gobierno ni siquiera para cambiarnos a nosotros, nos falta aprender, estudiar, culturizarnos paro no permitir que aparezca de nuevo un falso queriendo nos salvar por amor poniéndonos a la altura de perdedores
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