LOS CISNES NEGROS DE LAS TRANSICIONES
Rafael
Gallegos Blog núm. 294
El cisne negro es un suceso
improbable que cuando ocurre lo cambia todo. Pero parece ser más común de lo
que creemos. Figura en buena parte nuestras transiciones políticas. Veamos
algunos:
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El jugo de lechosa de Linares Alcántara… En
1876 Guzmán Blanco terminó su período presidencial y se fue para París a
descansar. Seleccionó como sucesor al general Francisco Linares Alcántara para
que le cuidara el coroto por dos años. Sin embargo operó la ley de la patada
histórica y Linares una vez presidente se apartó de la tutela de su jefe. Los
jaladores de Guzmán lo acompañaron. Las gallinas comenzaron a cantar como gallos. Las mismas manos callosas de tanto
adular al Guzmán “igualito al Libertador”, derribaban sus estatuas moteadas “el
manganzón” y “el saludante”. Linares se transformó en el nuevo hombre
providencial. Sin embargo en plena
gloria, murió. Parece que se comió un dulce de lechosa (nada que ver con el de
Chávez) en La Guaira y se envenenó. Todavía no se sabe si fue un accidente o un
crimen. Lo cierto es que su muerte fue un cisne negro que lo cambió todo y
aceleró el regreso de Guzmán. Las estatuas fueron reconstruidas y la jaladera…
también.
Por
cierto, cuando la caravana del entierro de Linares Alcántara pasaba frente a El
Calvario, sonó un tiroteo y todo el mundo salió corriendo. El cadáver de
Linares, apenas horas antes líder
providencial de Venezuela, quedó solitario
y abandonado en una urna en el medio de la calle. “Que solos que tristes se
quedan los muertos”, hubiera recitado el gran Bécquer.
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La muerte de Rafael Urdaneta… Años atrás, en
1845, el ascenso de los liberales era imparable. Lucía agotado el tiempo de la Oligarquía Conservadora. Había consenso
en que el hombre que garantizaba una transición calma era el General Rafael
Urdaneta. Sin embargo, éste viajó a Europa en tarea de reconocimiento para la
Independencia de Venezuela y se murió en París. Y adiós consenso. Tratando de
salvarlo, Páez seleccionó como candidato a José Tadeo Monagas. La luna de miel
duro hasta el asalto al Congreso en 1848. Y luego, la Guerra Federal. El
régimen de los Monagas, corruptos y nepóticos sembró las semillas de la de la guerra.
El cisne negro que lo cambió todo fue la muerte de Urdaneta.
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El riñón de Cipriano Castro… Castro era el
“fefe” y Juan Vicente Gómez el segundón sin malicia, o así parecía. A Castro le
supuraba un riñón y había que operarlo.
Los médicos de aquí no se atrevían porque estaban amenazados, si fallaban
morían. Castro dejó en el poder a su compadre Gómez, tan buen actor que las
lágrimas salían de sus ojos de cocodrilo y rodaban por sus cachetes mientras le
decía: Don Cipriano lléveme con usted. Castro se enternecía y Doña Zoila le
decía deje al compadre en el coroto. Tal vez se preguntaba que si se iba Juan
Vicente quién le iba a capar los gatos, “tiene manos de cirujano”. La
enfermedad de Castro fungió de cisne negro. De haber sido un riñón sano, quien
sabe que de rumbos hubiera tomado nuestra historia.
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La enfermedad de Diógenes Escalante… En
1945, el General Medina Angarita, o no podía o no quería dar paso a elecciones
directas, universales y secretas en Venezuela. Además había una nueva
generación política y militar emergiendo. Se logró como candidato de consenso
al Embajador en Washington Diógenes Escalante, quien se comprometió a los
cambios. Sin embargo enfermó y Medina seleccionó como nuevo candidato al Dr. Ángel
Biaggini, se rompió el consenso… y vino el 18 de octubre. El cisne negro fue la
enfermedad de Escalante.
Hay acontecimientos
inesperados que marcan la historia, o la desvían. Unos de manera más drástica
que otros. Hay otros que tal vez no sean propiamente cisnes negros, pero sí
cisnes grises, como en 1958 el almirante Wolfang Larrazábal. ¿Por qué? Por su
inmensa mentalidad democrática. Nos contó en cierta ocasión como algunos de sus
compañeros cuando era presidente lo incitaban a
que diera un golpe y se quedara en el poder. Y él les inquiría: ¿o sea
que ustedes me pusieron aquí para que sacara a un dictador y ahora quieren que
me convierta en otro? Si el almirante hubiera sucumbido a las adulancias, otro
hubiera sido el destino de Venezuela.
Otro cisne gris fue la
temprana muerte de Chávez. Hoy tuviera
apenas 62 años. ¿Habría diferencias con esta espantosa crisis terminal si
estuviera vivo? ¿Se hubiera eternizado Chávez más de lo que lo hará Maduro? La
especulación el libre.
¿Y
LOS CISNES DE ESTA TRANSICIÓN?
Con cisnes o sin cisnes,
con la democracia me resteo, parece decir esta potenciada e inesperada (¿otro cisne
negro?) rebelión de las masas. Un deslenguado me dijo que si no existiera un
cisne negro… habría que inventarlo,
porque es imperativo rescatar la democracia.
Adelante, por arriba de los
cisnes, adelante.
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