EL SEXO DE LOS ÁNGELES Y LA “REVOLUCIÓN”
Rafael
Gallegos Blog. Núm. 190
Dicen los deslenguados que en 1453, mientras los
turcos tumbaban los muros de Bizancio,
los jerarcas del régimen, ignorando la realidad, discutían paredes adentro,
como si nada, acerca de temas tan “vitales” para su sobrevivencia como el sexo
de los ángeles, el tamaño de los pelos del pubis, las carcajadas del diablo, o mantenían
fuertes discusiones acerca de si Cristo era un iluminado más, o mismísimo Hijo
de Dios.
Son las paredes estúpido…. les hubiera dicho
Clinton.
Al final, les pasó lo que les tenía que pasar… cayó
Bizancio. Curiosamente, coincidiendo con una profecía de caída luego de un
eclipse de luna (sucedido cinco días antes) o materializando el presagio de la
estatua de una Virgen que se cayó y rompió en una procesión. Pero por encima de
todo, a los bizantinos les sucedió como a los que no paretizan, es decir, se
van por las ramas y no enfocan la solución de sus problemas en los factores más
importantes. Van por las ramas hasta que, crack, estas se parten y vienen los
tortazos.
La “revolución” está actuando como los bizantinos. Pura
rama. Mientras la inflación, la devaluación, la escasez, las colas, el hambre,
la violencia y la frustración de los venezolanos están socavando las bases y las paredes del régimen, los jerarcas
se concentran en el imperio, en Obama, en Uribe, en la invasión norteamericana,
en las improbadas conspiraciones de Ledezma, en los pelucones, sifrinos,
drogadictos, monstruos y bobolongos (pura Majestad Presidencial).
Caminan por las ramas. Mientras la mayoría del país
pide más democracia, el gobierno le manda saludos del dictador Fidel Castro. Habrase visto. Cuando la madre desesperada
pide leche y pañales para su bebé, el gobierno le responde: rectifica Obama. Si
los jóvenes piden trabajos buenos que les permitan- como en casi todos los
países capitalistas - comer bien,
comprar carro, engancharse en una vivienda, o por lo menos hacer un buen
mercado, el gobierno: los invita a marchar contra el imperialismo. A los
comerciantes que piden facilidades para producir bienes y servicios, el
gobierno: los acusa de haber dirigido la guerra económica. El pueblo pide
comida y el gobierno: apresa a los “culpables” de las colas, como si todo el
mundo no supiera que son ellos mismos.
Así, la problemática del país va por una parte y el
gobierno vive en su rama particular. El
otro día un deslenguado me comentó que quería mudarse para el canal ocho. Ante
mi perplejidad, me explicó que allí si había paz, seguridad, comida, educación,
buenos hospitales y por supuesto, la
gente estaba muy contenta.
Todo el mundo sabe que no hay dólares y sospecha que tampoco
oro y el gobierno: imprime bolívares a ritmo de
best sellers, pura hiperinflación. El ciudadano sabe que la derrota que
le espera a la “revolución” en las parlamentarias será contundente, y el
gobierno: no da la fecha electoral, además el terror le hace parafrasear a Lucho Gatica: reloj no marques las horas.
Ya la abusiva propaganda
es fallida. Como dijo Gloria Cuenca, lo malo es que si anuncian un producto
contra los piojos y la madre se lo coloca a sus hijos y los piojos en lugar de
morir engordan y se multiplican, la
señora mamá jamás volverá a comprar el remedio. Le digan lo que le digan.
Y bien, ya los piojos están gigantescos y nosotros,
seguimos sin siquiera saber el sexo de
los ángeles. Tal vez nos den la primicia en una cadena. Ya que vieron a Jesús…
podrían hasta conversar con los ángeles.
“LOS CODOS
DEL DIABLO”, DE ANABELLE AGUILAR
Toda crisis produce su propia literatura. Las
grandes obras, expresan la realidad de las épocas. En nuestro solar y a la
calladita, la escritora Anabelle Aguilar acaba de publicar, Editorial Lector Cómplice, una serie de relatos
que bajo el título “Los codos del diablo”.
La autora, de una pluma muy fina y variada, ha
publicado poemas, cuentos para niños y diversos relatos. En “Los codos del diablo”, Anabelle retrata,
entre otros aspectos, el fondo del alma de la crisis que vive Venezuela, a través
de sus personajes.
La siquis del militar dicharachero y administrador
de una cantina que de tanto conspirar hizo un juramento, con varios compañeros
bajo un árbol, que se conoce como el
delirio bajo el palo de tamarindo, y con el tiempo se convirtió en el atormentado
jefe de un país. O la tragedia del muchacho baleado en las nalgas por pasar cerca
de una manifestación, acusado falsamente por su ex novia (hoy asistente de un
ministro) de guarimbero, condenado por la autocracia y luego exiliado por las circunstancias. Y además,
hijo de desalojados de un campo residencial ¿petrolero? por “heródicos” guardias
nacionales.
La temática,
muy bien escrita y variada. El libro, fundamental para avanzar en la comprensión de
la agonía de esta patria. Todos somos personajes en esos relatos. En las
librerías de Caracas.
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