DAUNA, LO QUE LLEVA EL RÍO
Rafael
Gallegos Blog. Núm. 188
Nuestras vidas son los ríos que van a dar en la
mar, que es el morir, nos dice el poema del gran Jorge Manrique. Y los ríos, agregamos humildemente,
son calmos, hondos, someros, furiosos, limpios, contaminados, claros, oscuros…
como todas las vidas que en el mundo han sido.
El cineasta Mario Crespo con su film “Dauna, lo que
lleva el río”, ha logrado centrar en el delta del Orinoco, un hermoso drama Warao.
Y lo hizo como montando en una canoa historias, personajes, conflictos y
amores de esa comunidad, para que navegaran y se
entrelazaran a lo largo del río. Nosotros, acostumbrados como estamos a ver
documentales cuando se trata de nuestros indígenas, quedamos sorprendidos por Crespo
y su esposa Isabel Lorenz, con una historia de amor; pero ni sosa, ni rosa. Un
relato de mucha profundidad y de aguas oscuras, como el Río Orinoco.
La película enfrenta a dos civilizaciones: la
indígena y la de los “criollos”, a través de los amores contrariados - como
diría el Gabo - de Dauna y Tarcisio. Se trata del dilema “ser o no
ser” al que hemos estado sometidos los latinoamericanos desde el mismo descubrimiento
del desestatuado don Cristóbal Colón. El río que hemos navegado a lo largo de
más de quinientos años, dándole la razón a Heráclito, ya que nos bañamos en el
mismo río; pero no las mismas aguas.
El mismo conflicto de derechos humanos, de paradigmas
derrotándose los unos a los otros y creando nuevos esquemas, de pasiones y
creencias religiosas enfrentadas; el
mismo drama; pero con sus especificidades que caracterizan las aguas
diferentes.
En “Dauna, lo que lleva el río”, se enfrentan dos
visiones, o mejor, dos cosmovisiones. Por un lado, la de Dauna, innovadora, que se adapta a los
tiempos, que evoluciona hacia su tiempo sin afectar su esencia indígena, que aprende
español y finalmente se empeña en utilizar sus conocimientos para exaltar a su pueblo
y lograr mejoras en su calidad de vida. Y por otra parte, la visión de Tarcisio, cerrada, impermeable a los cambios,
celosa del brillo de su mujer. Las dos concepciones luchan y avanzan hacia una
nueva síntesis cultural. Los realizadores plantean brillantemente el conflicto.
Y la solución, es la vida que sigue andando, el inevitable mestizaje cultural
que vamos siendo.
Además, se agrega la visión de un cura que se
enamora del medio y de la gente, los ayuda y al final termina enamorado… de la
mismísima Dauna.
Igualmente hay un fuerte trasfondo de los derechos
femeninos, conociendo a Isabel Lorenz, estoy seguro que no podía ser de otra
manera. De la lucha de Dauna contra la
opresión y abusos a que son sometidas las mujeres de su raza, a veces no muy
diferentes de la opresión a que el subdesarrollo cultural somete a las mujeres
en nuestras ciudades.
Dauna paga con cárcel el tener metas tan superiores
a las de la media y plantear rompimiento de costumbres. Y eso sucede en los
Warao y en todas las sociedades. Las pasiones Warao que capta el film, las
transfieren magistralmente los realizadores al devenir de todos los
hombres. Es decir, hacen trascender un
relato indígena hacia un drama universal.
La dinámica de esta compleja historia de amor nos
hace recordar la frase de Bolívar, “no
somos españoles, no somos indios, somos un nuevo género humano”. Claro, al Libertador
se le olvidó decir que tampoco somos negros, o afrodescendientes, como se dice
ahora. Somos un nuevo género humano de mil colores que navega ríos en canoas como
las Warao. Porque lo venezolanos somos Warao y somos blancos y somos negros. Somos
tan nietos del español que maltrató al
indio y se adueñó de su vida, como del indio explotado, o del africano extraído
de su medio y traído amontonado, cual sardina en lata, a América para
incorporarlo a la esclavitud.
La película
nos acerca a nuestros orígenes. Nos hace sentir al Warao que llevamos dentro. Y
lo hace de una manera casi hipnótica. La belleza de los paisajes, la fuerza de
los personajes hacen que lo que verdaderamente lleve el río es al espectador
desde que se sienta a ver la película, hasta la última escena.
Dauna, lo que lleva el río, es una apasionante película
que marca escuela en la forma de tratar el tema. Impactante y muy original. Tal
vez un clásico. Una experiencia que nos hace navegar hacia nuestros orígenes y
nos ayuda a comprender muchos porqués de
la confusa realidad que vivimos los venezolanos. Una historia de amor sin final
feliz, lo que la hace más profunda y compleja… como la vida.
Déjese llevar por el río.
“Dauna, lo que lleva el río” se estrena el viernes
20 de marzo en Caracas.
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