PÉREZ JIMÉNEZ, UN DÉSPOTA ENTRE DOS FRAUDES

Rafael Gallegos                                                                  Blog. Núm. 125


-      Vámonos Marcos, que pescuezo cortado no retoña – le dijo su ministro Laureano, al observar que todo estaba perdido.

El dictador Pérez Jiménez, apuradito, abordó el avión presidencial, conocido como Vaca Sagrada, nombre copiado del avión presidencial  norteamericano de los años cuarenta. Dejó una maleta con varios millones de dólares.

Los deslenguados dicen que cuando Pérez llegó a donde su jefe Chapita, para variar, nuestro autócrata tenía su jefe en una isla del Caribe, éste le llamó cobarde, porque se fue sin disparar un tiro, a lo que el venezolano ripostaba que no quiso herir a su pueblo…

…ironía en boca del jefe de las torturas, de los crímenes, de Guasina, de Sacupana.

Días antes, el terrible Pedro Estrada, había abandonado Venezuela. Por cierto, y  en honor a la verdad, Estrada le pidió dinero a Pérez Jiménez porque estaba en la inopia.

Con el glorioso 23 de Enero, finalizaba un ciclo iniciado el 18 de Octubre, cuando los militares derrocaron a Gallegos. Y para Pérez Jiménez, más de siete años de  poder absoluto desde la muerte de Delgado Chalbaud, Presidente de la Junta de Gobierno de facto.

Delgado se la pasaba hablando de elecciones. Tal vez la conciencia, o quizás el interés en ser electo Presidente. Lo cierto es que al teniente coronel Pérez Jiménez, aquello le resultaba incómodo.

El 13 de noviembre de 1950, el Presidente Delgado salía de su casa y fue secuestrado. Dicen que la intención era asustarlo, hacerlo renunciar e irse del país. Pero, les salió el tiro por la culta y cometieron un magnicidio.

Rafael Simón Urbina, el jefe de la operación, herido en una pierna y aterrado,  se refugió en la Embajada de Nicaragua. De allí fue entregado al gobierno y dicen que lo mataron. Según los deslenguados, como en las películas de vaqueros, sabía demasiado.

La ex Primera Dama, Lucía de Delgado Chalbaud, en una carta dirigida a Pérez Jiménez, lo responsabilizó del  crimen de su esposo.

La nueva Junta quedó integrada por Pérez Jiménez, Llovera Páez y Suárez Flamerich. Les colgaron el mote de los “tres cochinitos”.

Llamaron a elecciones para una Asamblea Constituyente, en diciembre de 1952. Acción Democrática, no podía participar. Lo hicieron URD, Copei, y el partido de gobierno, FEI. Los adecos, en plena resistencia, pidieron no votar; pero al final, ante la decisión del pueblo, revocaron la sugerencia.

Todo el mundo votó por URD. Al comienzo del conteo, se reflejaba el triunfo. Pero, se llevaron las urnas a los cuarteles, y adivinen quien ganó. Ante el escándalo, renunciaron algunos directivos del ente electoral, que en esa época, eran valientes y ocupaban su puesto.

Al triunfador Jóvito Villalba, lo llamaron a conversar. El prócer de la democracia, terminó embarcado hacia Panamá, junto a otros dirigentes. Pérez Jiménez fue electo por la Asamblea, Presidente de la República por un período de cinco años.

Presos, torturas, gente colgada por los testículos, o comiendo vidrio, o lo que a usted se le ocurra. Muertos, exiliados, perseguidos. El terror como sistema de gobierno.

Y sí, autopistas, edificios, obras, muertos, obras, torturados, obras, prensa amordazada. Pérez Jiménez fue condecorado por Estado Unidos  en 1955.

Hacían desfilar, uniformados, a los empleados públicos en la Semana de la Patria. La manipulación de la patria, siempre es importante para las dictaduras.

El poder era absoluto; pero tenían que hacer elecciones en 1957. Los  felicitadores de la dictadura, inventaron la fórmula del plebiscito. La derrota fue apabullante. Pero el árbitro electoral lo proclamó ganador.  Pérez Jiménez no pudo con el peso ese fraude. El y la gente, sabían que no había ganado. De paso, se le acabo el dinero. Los mismos que los aplaudían, empezaron a conspirar.

Las dictaduras latinoamericanas, caían como barajitas. Se aliaron los militares y el   déspota se fue de Venezuela.

“Derrocada la tiranía”, tituló El Nacional. Y comenzaron los cuarenta años de democracia. Hasta que … llegó el comandante y mandó a parar.

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